Después de la tormenta viene la calma y “hacer las paces en la cama” a veces es una opción que resuelve sólo temporalmente y otras no es muy recomendable.
Cualquier problema debiera abordarse a través de la vía de la comunicación con o sin premio sexual. Me refiero a premio porque produce un refuerzo de tales dimensiones que puede quedar asociado a discutir y en el futuro buscar las peleas para concluirlas con sexo. Ésta es la parte negativa de las reconciliaciones en la cama.
Las relaciones sexuales que se tienen tras un conflicto en la pareja son mucho más placenteras que las demás; encuestas y estudios así lo dicen. La comunicación para resolver antes del sexo va a crear un acercamiento y una “paz” que se va a traducir en una reconciliación con sexo llena de sensaciones de placer producidas no solo físicamente por los tocamientos, caricias, besos… sino por cuestiones psicológicas que tienen que ver con lo siguiente.
A veces, aunque una persona tenga facilidad para comunicarse en otras áreas de su vida, al hacerlo sobre emociones y sentimientos les cuesta mucho más. La falta de costumbre, el miedo a ser juzgado y a no estar acertado en el contenido de lo que expresa, puede producir mucha ansiedad. El sexo es el medio por el que muestra el amor, el arrepentimiento o el perdón. Es la demostración mediante lo físico de que quiere resolver. Quienes tienen facilidad para comunicar sentimientos y además lo acompañan del lenguaje no verbal, y de un compañero que sea buen receptor y lector de todas estas expresiones, tiene ganado el cielo, asegurada la comprensión y el mejor sexo.
Es curioso que en estos momentos especiales de sexo de reconciliación se pone más interés y se desviven por dar placer al otro, más de lo habitual. El tipo de prácticas incluso puede cambiar añadiendo alguna novedad, aunque no lo recomiendo. Es un momento muy delicado en el que cualquier variación en la rutina sexual puede crear desconfianzas y la posibilidad de volver a liarla.
Los circuitos emocionales que se ponen en juego después de una pelea tienen que ver con un miedo tremendo a perder a la pareja por lo que se activa el sistema de apego. Necesitamos seguridad, cercanía física y afectiva y donde mejor y más intensamente se expresa es en el sexo. Se produce un alivio emocional tras el acto sexual con el que se recupera la idea de volver a estar juntos. Los dos pasan del miedo, la rabia o la angustia a la pasión casi de forma instantánea. Se restablece el vínculo.
Hasta parece proporcional la intensidad de la discusión con la intensidad del sexo al hacer las paces. Cuando estamos agitados por el conflicto, en el cerebro se libera adrenalida y testosterona (somos química) y también las mismas entran en acción cuando después llega el momento sexual. Al haber visto tan de cerca la posibilidad de perder al otro, se tienen más ganas de quererlo y cuidarlo, y además con más sexo.
Por supuesto que no todas las parejas terminan una pelea con final feliz en la cama y al igual que decía anteriormente, también parece proporcional la gravedad del problema que plantean con el tiempo que tardarán en llegar a estar sin rabia y sin rencor y poder achucharse a nivel sexual.
Las mujeres sentimos más la necesidad de hablar antes de la cama, somos más emocionales y precisamente el sexo lo utilizamos en ocasiones como premio o como castigo, según nos sintamos con respecto a las conductas de ellos hacia nosotras, y los hombres en general prefieren la cama para suavizar el ambiente y que les sea más fácil hablar después.
Eso sí, este tipo de sexo intenso contingente a un conflicto no resuelve el conflicto y más bien lo tapa, lo alarga, lo mantiene e intensifica porque se repite en el tiempo y, en el peor de los casos, estamos aprendiendo a tener sexo más placentero por lo que hasta se llega a buscar discutir para conseguir la gratificación física del consumo sexual, es decir, convertirse en un hábito. Suele ocurrir en personas con una mala relación de pareja y en las que el sexo puede empeorar el conflicto y producir sentimientos de culpa.
En el extremo de este problema, si las discusiones son violentas podemos llegar a situaciones de maltrato y violencia de género.
A veces también se encuentra en el sexo postconflicto una oportunidad para expresar dominancia hacia el que te lo ha hecho pasar mal y más amor hacia el que te ha perdonado.
En problemas de celos e infidelidades, cuando son profundos y sostenidos en una pareja, se tiende a intensificar el sexo para mantener a esa pareja que tememos perder. En el fondo siempre está el miedo y a veces la manipulación: El poder del sexo. Pero esta estrategia tiene un límite en el tiempo sin conseguir el objetivo de mantener al otro y sí consiguiendo una frustración e incluso sensación de habernos sentido utilizados.
En fin, que parece que sí suele ser habitual HACER LAS PACES EN LA CAMA y ya vemos por qué. Y que es mejor HACER EL AMOR Y NO LA GUERRA, aunque después de la guerra venga una paz y un amor tan intenso.
Ana M. Ángel Esteban. Psicóloga Clínica, Sexóloga. Toledo. 615224680
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