Se incrementan los casos de abusos y violaciones en grupo. El último que conocíamos es el de unos chicos de 12 y 14 años que agredieron sexualmente a una chica. ¿Qué está pasando con nuestros hijos en el plano sexual? Desde 2016, con el caso de “La Manada”, no paran de aparecer nuevas noticias sobre casos similares. Este fin de semana había una manifestación feminista a favor de la protección de este tipo de víctimas en la que hasta entre las propias mujeres, otras no feministas, había enfrentamientos. Y es que, aunque reivindiquemos explícitamente un respeto, un comportamiento y una protección sexual, somos nosotras mismas, las mujeres, en muchas ocasiones, las que en la cama nos comportamos de forma machista. Qué contradicción, ¿no?
Y es que no me canso de decirlo: los patrones de conducta en el sexo, sobre todo en los hombres, incluidos los chicos adolescentes, tiende a ser el que ven en las películas porno. De hecho, el vídeo pornográfico más visto últimamente es uno casero de cinco chicos con una chica, en el que ella tiene una actitud sumisa. Vamos, que está siendo forzada. Es tan tan fácil y rápido el acceso a Internet y a la pornografía a través del móvil, y es tan frecuente que los chicos en edades cada vez más tempranas tengan móvil, que se hace muy difícil el control de los padres a este tipo de contenido... pero no es imposible.
Sería importantísima una educación sexual en profundidad y accesible, tanto en los colegios como en casa. A día de hoy, sigo viendo y escuchando en la consulta a bastantes personas y parejas que, sobre la sexualidad, no tienen los conceptos claros. Qué cosas sí, qué y de qué forma no. Sigue dándose el máximo protagonismo al pene, que además de placer produce bastantes problemas psicológicos a los hombres en cuanto que sienten que “no lo controlan”. Ellos y nosotras seguimos empeñadas en la penetración como imprescindible para llegar a un orgasmo o disfrutar más... y ¡NO, NO Y NO! Ya está bien, por nosotras y por ellos.
¿Dónde, cómo y cuándo aprendemos a hacer el amor? Si se viesen más películas románticas en vez de pornográficas, las cosa estaría de otra manera. Si en casa se pudiese hablar más abiertamente de sexo, la cosa estaría de otra manera. No por hablar de sexo estamos incitando a nuestros hijos a tenerlo, centrémonos. Si hablásemos más y más explícitamente, resolviendo dudas, planteando cuestiones, quizás habría un consumo visual y real más responsable del sexo. Evitaríamos embarazos no deseados, evitaríamos adoptar roles de sumisión y dominancia al estar incluso con nuestra pareja habitual, con nuestro chico... Estamos normalizándolo y, peor aún, los chicos adolescentes lo están normalizando porque no tienen otros referentes que las relaciones sexuales placenteras y normales consisten en exigir a ellas posturas, prácticas, actitudes de sumisión cuando ellos deciden, incluyendo palabras como puta, zorra, perra... que en ocasiones hasta se mantienen en la comunicación no sexual con esa persona. Se aprende con la pornografía que la forma de disfrutar y de no ser rara o rancia es dejarse hacer, o sugerir nosotras mismas esas prácticas de sumisión, que no vemos como patológicas y como parte de un maltrato hacia nosotras mismas. Y lo peor no es que tú, adulto, quieras practicar ese tipo de sexo ¿consentido?,no, porque tú sabes que existe otro tipo de prácticas que son más deseables y placenteras, sobre todo para nosotras, las que incluyen los besitos, caricias, mimos, miradas... aunque en momentos incluyamos ese otro tipo de sexo de dominancia-sumisión. Debemos y doy por hecho que sabemos discriminar entre lo que debe ser sexo con respeto y lo que queremos introducir como sexo morboso o como juego. Y eso es lo que debemos enseñar a nuestros hijos.
El referente sexual de ellos está siendo en gran medida la pornografía, esa pornografía en la que se utiliza a la mujer para satisfación sexual del hombre de la forma que sea, sometida y ella sometiéndose voluntariamente. Y así está ocurriendo. Los chicos están aprendiendo por imitación, como todo lo demás. La sexualidad se convierte en consumo de penetración y no en un complemento del amor. O, por lo menos, en consumo de sexo con respeto aún sin sentimientos. No se puede disponer por la fuerza y de forma caprichosa de una mujer para desahogo también caprichoso de una necesidad de sexo de él. ¿Y cómo intentar evitar esto? Limitando el acceso a aplicaciones y contenido de lo que ven en el móvil nuestros hijos.
Oigo también demasiadas veces la falsa creencia de algunos padres sobre la privacidad de sus hijos. ¿Derecho a la privacidad con 12 años, por ejemplo? Establezcamos los límites del respeto y del derecho a la privacidad poniendo conciencia en lo que es educar. Todos los padres deberían TENER ACCESO a la contraseña del móvil y demás tecnología de su hijo, DECIDIR Y CONTROLAR los tiempos que se conectan, qué páginas o no permitimos que sea consultada... Debiéramos, sin problema, SER EL FILTRO de todo lo que ven nuestros hijos en Internet, de todo lo que comparten con amigos. Debemos enseñarles sin prohibiciones o imposiciones, y sí con explicaciones, qué pueden ver y qué no, qué es el respeto a los demás y a sí mismo, qué es humillar y humillarse, qué es normal, qué es la empatía. Qué es el amor, siempre motor de todo.
Ana M. Ángel Esteban. Psicóloga Clínica, Sexóloga.
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