En dos horas, el brigada Lozano con cuatro de sus chicos hicieron funcionar en Madrid un cañón para dispersar desinfectante desde unos camiones que bautizaron con nombre de dragón, mientras, en Murcia, un equipo de 30 militares han pasado de reparar paracaídas a convertirse en una pequeña fábrica de mascarillas.



Los militares exprimen estos días el ingenio para conseguir ganarle la partida al virus. Las mentes se afinan y las soluciones aparecen de donde no se esperaba. Al brigada de la Unidad Militar de Emergencias (UME) Félix Rodríguez Lozano le llegó en forma de cañón, pero no de artillería, sino de esos que se ven en las estaciones de esquí escupiendo nieve.



La empresa madrileña de maquinaria industrial Anzeve, que los usa para echar agua nebulizada al aire y hacer bajar el polvo en obras y demoliciones, los puso a disposición de las fuerzas armadas con la idea de que podían servir para desinfectar calles y grandes espacios mucho más rápido.



"Nos dieron el aparato y nos dijeron: 'Haced que funcione'. Me puse con cuatro chavales y entre los cinco lo tuvimos preparado en dos horas", explica Félix a Efe.



Así parece fácil, pero para conseguir que funcionara al cañón había que acoplarle dos depósitos para el agua con desinfectante, una motobomba que extrajera el líquido y un generador de electricidad autónomo que diera energía a todo eso.



"Aquí tenemos que trabajar así, ser flexibles y tener la agilidad mental para que esto funcione", dice Félix, que reconoce que estos días andan "bastante liados". "Pero es lo que nos toca y estamos muy contentos".



Con esos dos depósitos, de 1.000 litros cada uno, pueden trabajar dos horas seguidas. Félix espera poder instalar dos más en cada vehículo y conseguir nuevos cañones para multiplicar estos camiones que ya tienen mote: "Les llamamos cariñosamente Drakarys", en honor a los dragones de "Juego de Tronos". "Como van soltando el chorro por detrás....", ilustra.



La UME ya tiene dos preparados. Este fin de semana se probaron en la nave de Ifema que acoge el hospital de campaña y en un pueblo de Toledo. Visto el éxito, este lunes están funcionando a toda máquina en residencias de mayores de Ciempozuelos (Madrid) y el barrio madrileño de Aravaca.



"Es una cosa muy sencilla pero que está dando muy buen resultado", apunta Félix, lo mismo que las mascarillas que protegen contra el virus pero no son accesibles para todo el que las necesita.



En la Escuela de Paracaidismo de Alcantarilla (Murcia), los militares del Ejército del Aire se pusieron a fabricarlas reconvirtiendo sus siete máquinas de coser en herramientas para luchar contra la pandemia.



Lo hicieron a petición del hospital Arrixaca de Murcia. "Dijimos que claro que sí", resume a Efe el capitán de esa escuela Jorge Mora. Empezaron a coser en cuanto recibieron las telas que les envió el centro hospitalario, el pasado viernes a las 13.00 horas, recuerda este piloto con claridad.



Su capacidad de producción, dice, es limitada, puesto que no tienen más que esas siete máquinas, pero ya han formado tres equipos: uno de patronaje, que reproduce a gran escala el modelo que les hizo llegar el hospital; otro de corte; y un tercero de confección y costura.



"Están muy ilusionados de poder contribuir a paliar, en la mayor medida posible, la falta de medios que acusa la sanidad en España", explica Mora de estos militares que hasta ahora se dedicaban a reparar paracaídas.



Pueden producir 500 mascarillas al día y este lunes han salido ya de la base las primeras 1.000. "No veremos una gran producción, pero aseguramos constancia", resume el capitán garantizando que los suyos seguirán fabricando las armas contra el virus doce horas al día hasta que haga falta.