Investigadores israelíes están trabajando en una nueva prueba diagnóstica para diagnosticar el COVID-19 haciendo gárgaras y en menos de un segundo. En este procedimiento, los pacientes se enjuagan la boca con una solución salina y la escupen en un vial que es examinado por un espectrómetro que ilumina la muestra y analiza su reacción para averiguar si es consistente con la de COVID-19. Un aparato del tamaño de un plato de café con un USB realiza en un segundo un análisis con luz de la muestra del paciente.
El líder del proyecto, Eli Schwartz, del Centro de Medicina Geográfica y Enfermedades Tropicales de Sheba, asegura que es más barato y más fácil de usar que el test PCR, que es el principal modo de detección de COVID-19 en el mundo hoy en día. La PCR incluye una toma de muestra desagradable y un largo proceso de análisis. Se cree que su precisión ronda el 80 por ciento.
Las pruebas iniciales llevadas a cabo en el hospital con cientos de pacientes arrojaban un 95 por ciento de precisión y los investigadores afirman que si los resultados siguen siendo así de positivos esperan que su nuevo método esté disponible internacionalmente a finales de este año.
En las personas contagiadas, el virus está presente en la saliva en cantidades que van incrementándose a medida que avanza la enfermedad, el reto, señalan los médicos, es detectar personas que están en fases iniciales.
El aparato, 'SpectraLIT', está pensado para hacer pruebas en multitudes, como en aeropuertos, geriátricos e incluso en los hogares. No usa químicos ni es necesario tener experiencia médica para usarlo.
El proceso señala la 'firma espectral', lo que significa que la materia refleja de diferentes maneras la luz según sea su composición. Los investigadores han logrado hallar la firma de una muestra de saliva positiva en coronavirus en oposición a una muestra de una persona saludable.
La compañía israelí que ha desarrollado el aparato, Newsight Imaging, ha anunciado que están en el proceso de obtener los permisos regulatorios, y ha añadido en comunicado que cada test cuesta menos de 25 céntimos y que esperan que el aparato detector cueste menos de 200 euros.