Sobre el suicidio se habla poco o nada y es la primera causa de muerte no natural, llegando a duplicar incluso a las víctimas por accidentes de tráfico, por ejemplo. Se ha hecho una estimación (en 2018) de las personas que se suicidan cada día en nuestro país y de las personas que lo intentan, y la cifra es asombrosa: más de 200 cada día.
A partir del estado de alarma, del confinamiento, los problemas psicológicos y psiquiátricos que ya había han empeorado y otras personas sin antecedentes han comenzado con sintomatología depresiva y ansiosa, sobre todo. De hecho, la venta y consumo de fármacos antidepresivos y ansiolíticos ha aumentado en más de un 10 % desde hace unos meses. A día de hoy, la evolución de esta situación, sin cifras de estudios pero sí por lógica y por mi consulta, ha aumentado bastante. Si ya ha sido duro estar encerrados, y ahora con limitaciones en la libertad, con miedo a un posible contagio real (no hablamos de hipocondría ni de TOC, que por supuesto también han empeorado), se suman las muertes de personas cercanas y familiares sin la posibilidad de hacer un duelo por todas las prohibiciones que ha conllevado esta pandemia y, además, por la rapidez de los fallecimientos, en días incluso desde el diagnóstico.
La otra tragedia la vemos en los suicidios, cuando los que quedan sienten “la injusticia”, la impotencia y el sentimiento de culpa por “no haberlo visto”, por no haber interferido a tiempo, por quitarle importancia a comentarios previos de la persona que termina con su vida... Cuando no hay una enfermedad física que desde fuera pueda entenderse como posible causa de la muerte, asimilar una pérdida es aún más difícil y dolorosa.
Cuánta angustia (muchas veces ocultada o relativizada) pasa esa persona, cuántas lágrimas, cuánto dolor y, sobre todo, IMPOTENCIA sienten antes de decidir que desaparecer es lo mejor para ellos y para los demás. No es una decisión egoísta como pueda tildarse desde fuera, es la única salida que sólo ven ellos como para decidir quitarse la vida. ¿Eso es egoísmo? Es imposible pensar en los demás, en la forma en la que casi todo el mundo lo entiende, cuando incluso tú te estás viendo una carga para los demás, como un problema... Pensando precisamente en los demás no quieren seguir viviendo.
Voy a excluir a las personas con psicosis, como esquizofrenia, por ejemplo, durante un brote psicótico, en las que las causas de suicidio son distintas al resto, justificadas por alucinaciones, pensamientos y vivencias totalmente ajenas a la realidad pero que también sufren, por supuesto, al sentirse ahí atrapados y con el mismo final de poner término a su vida. También estaría el trastorno bipolar y demás diagnósticos psiquiátricos y con base genética de antecedentes de suicidio, por ejemplo. A lo que me refiero básicamente es a que este tipo de pacientes necesitan sí o sí medicación desde el principio, para poder estar “controlados”.
El resto son los que en un momento determinado de su vida, como ahora con el COVID, cuando aparecen problemas económicos, problemas de salud, problemas de pareja, con los hijos, pérdida de seres queridos, sienten que no pueden hacer frente a eso que no tiene aparente solución por su parte, sienten la indefensión y la responsabilidad dependiente de ellos de resolver, de proteger. Se sienten a veces un fraude para la sociedad y para su familia; son personas muy protectoras, personas muy sensibles, en ocasiones personas dependientes que pierden “su referencia de apoyo”, personas que temen exteriorizar eso que les está pasando y sintiendo por miedo a ser juzgados, miedo a parecer débiles, no creídos, miedo a perder su estatus tanto social como psicológico. Miedos, miedos, miedos... que dan por hecho que no tienen solución y que, además, pueden resultar prejudiciales para quienes les importan y de quienes se sienten muchas veces responsables. Actitud egoísta, no.
Por favor, es importantísimo hablar, expresar lo que sentimos aunque sea en un mínimo porcentaje. Hablar con quien sintamos que nos va a escuchar. Ya el simple hecho de exteriorizar siempre nos hace sentir mejor. POR FAVOR, buscad a quien sabemos que va a escucharnos para poder decir que nos sentimos mal: el médico de cabecera, un cura (aunque no seamos creyente), una llamada a un psicólogo comentándole el motivo de tu búsqueda de ayuda, porque en ese primer contacto, los psicólogos somos capaces de “ver” el grado de angustia de esa persona, si es que es el propio psicólogo quien te coge el teléfono. Llamar, llamar... Al teléfono de la esperanza, al 112, a la Guardia Civil... Eso te mantiene en el anonimato si es lo que te preocupa, pero antes de decidir nada, que sabes que NADA RESUELVE, por favor da la oportunidad a alguien de ayudarte, date la oportunidad de que alguien pueda hacerte seguir disfrutando de tu vida, de tus hijas, de tus amigos, de lo que te rodea... porque eso ES POSIBLE.
Por favor danos a los psicólogos la oportunidad de darte otros puntos de vista sobre el problema, que tú ahora no eres capaz de ver, y danos hasta la oportunidad no solo psicológica sino también en forma de acciones de poder salir de esto contigo. Siempre, siempre, hay alguna solución, algún modo de salir y resolver. Que no sea tu depresión y tu ánimo el que decida dejar a los demás sin ti y a ti sin ti.Hay mil formas que tú no contemplas. Da la oportunidad exteriorizar, solamente a quien sepas que no te va a juzgar.
¿Y qué actitud deben tener las personas que rodean a estas personas? NUNCA quitarle importancia, no juzgar, no expresar “va, tonterías”, “todos tenemos problemas”, “qué cosas dices…”. Es un error pensar que quien manifiesta una angustia vital e incluso la posibilidad del suicidio no va a suicidarse. Es cierto que hay muchas conductas de llamada de atención, pero mejor que eso lo decida un profesional.
Podemos ver que buscan en Internet formas de suicidarse y algo curioso que ocurre en quienes tienen ya decidido quitarse la vida es que en su conducta aparece de pronto una mejoría que a quienes le rodean les puede hacer pensara que está mucho mejor. Y no, casi siempre suele significar liberación al tener definitivamente tomada la decisión de no seguir viviendo.