El tuerto de Béjar está en Toledo de nuevo. Esta escultura de realizada por Victorio Macho en 1905 a la edad de 18 años, cuando se estaba formando en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, ha regresado a la Real Fundación de Toledo después de que se le perdiese la pista durante los últimos 26 años.
Como explica la propia Real Fundación, esta escultura de bronce aparece citada en el testamento que Victorio Macho otorgó en 1966, como una de las obras legadas “al pueblo español” con el deseo expreso de permanecer en Toledo en el museo creado para tal fin y gestionado por la, también creada por él, Fundación Victorio Macho.
Cuando en 1996 la Real Fundación de Toledo realiza el inventario de las obras del escultor para asumir su gestión, tras la fusión de ambas fundaciones, se dieron cuenta de que "una serie de obras ya no estaban", entre ellas la de El tuerto de Béjar. Fue entonces cuando la Real Fundación comenzó a buscarlas por anticuarios y casas de subasta. Fruto de ese arduo trabajo recuperaron algunas como los dibujos El Pastor, El Trajinante, El Hermano del Obispo, Mirentzu, El Campanero, El Nieto de Sancho y Mi sobrinillo Angelín, así como tres desnudos masculinos, y últimamente el titulado El Hombre Bueno; pero El tuerto de Béjar seguía en paradero desconocido.
El paso de los años no generaba buenas noticas hasta que la obra volvía a aparecer tras una "donación anónima" que permitirá que vuelva a ser expuesta en el Museo Victorio Macho, lugar "de donde nunca tuvo que salir", aseguran desde la Real Fundación.
Dentro de la producción artística del escultor y del legado que la Fundación gestiona en su Museo de Roca Tarpeya, la obra tiene una gran significación. Primeramente, por ser una obra de juventud, cronológicamente la tercera que se conserva, tras Danielillo (1903) y el Autorretrato (1904) con quien ahora volverá a compartir espacio expositivo. Además, se trata del antecedente de la serie La Raza, una colección de retratos realizados entre 1910 y 1915, que marcaron estilísticamente un periodo artístico que reproduce el ideario de la Generación del 98, una corriente de exaltación y admiración por los tipos y paisajes castellanos, con un lenguaje sencillo pero expresivo, frente a la desesperanza por la pérdida de las últimas plazas en territorio americano.
"Al igual que escritores como Baroja, Azorín y Valle-Inclán, entre otros, con los que compartió tertulias, Victorio Macho recorrió caminos y pueblos en sus viajes de Madrid a Santander, donde vivían sus padres y hermanos, y retrató a las gentes que veía, una persona tuerta, un campanero, un sembrador, un trajinante, un pastor, un marinero vasco, inmortalizándoles en la colección de retratos que hoy se pueden admirar en el Museo que también fue su casa toledana en Roca Tarpeya", añaden.
La escultura recuperada representa también un nuevo modelo de escultura realista, sobria y serena, frente al barroquismo y exceso de virtuosismo del naturalismo decimonónico, que será uno de los pilares de la renovación de la escultura del primer tercio del siglo XX.