"Al anochecer de un día de agosto, una cruel y sanguinaria mano le atravesó el pecho con acerada espada". Así describía el religioso carmelita e historiador Gerardo de San Juan de la Cruz el momento del asesinato en Toledo del poeta Baltasar Eliseo de Medinilla, ocurrido el 30 de agosto de 1620 en el Palacio que lleva su nombre.
El patio del Palacio de Medinilla -plaza Santa Teresa de Jesús, 1- es uno de los 32 que se pueden visitar en la semana grande del Corpus Christi toledano -del 5 al 10 de junio de 2023-, participante del tradicional Concurso de Patios que cumple su edición número 22.
La historia de la muerte del "idolatrado poeta, que era el más grande ingenio (…) por entonces" en este lugar, ahora visitable, es la excusa perfecta para conocer el interior de un edificio histórico y patrimonio de la ciudad.
¿Quién fue Medinilla?
Baltasar Eliseo de Medinilla nació en 1585, en el seno de una prestigiosa familia hidalga toledana. Su abuelo fue jurado y regidor perpetuo de Toledo, un oficio enajenado por la Corona a personas importantes, y tuvo dos hermanas religiosas que vivieron en el convento de Santa Úrsula de esta ciudad. Ellas serían las que, a través de su tío, Lope de Bustamante, tras la muerte de su hermano, se personaran en el proceso que se instruía con este motivo.
Medinilla fue un gran devoto y erudito, aficionado a la teología y un seguidor lírico de Lope de Vega, al que conoció en 1603, después de que fuera desterrado de Madrid, y de quien se convirtió en un gran amigo. Mientras Lope se dedicó sobre todo a las comedias para el teatro, la obra de Medinilla estuvo más enfocada a la Virgen y a los Apóstoles. Se dice que Lope se ayudó de su erudición en muchas obras y le correspondió dedicándole alguna de sus comedias y epístolas.
"De todos los personajes que ilustran la ciudad de Toledo, poco habrá más importantes, y ninguno seguramente tan simpático como el famoso poeta Baltasar Eliseo de Medinilla", recogía el historiador Gerardo de San Juan de la Cruz en un escrito de 1920 sobre el poeta de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
"Su noble prosapia, su cultísimo ingenio, su inspiración saturada de un hondo sentir de la belleza, su capacidad para toda clase de estudios, su condición amable, su amor entusiasta por la patria, su fe robusta, su vida inmaculada, su íntima amistad con Lope de Vega y otros insignes literatos, unido todo ello a la melancólica aureola que circunda el fin de su existencia, segada en la flor de la edad por mano alevosa, son cualidades que agrandan sobre manera su figura y la dan un poder mágico para atraer con fuerza irresistible la admiración y el afecto de cuantos la contemplan", añadía.
Su muerte
Gracias a la carta que una de las religiosas del convento de las Carmelitas, situado junto a la casa donde se produjo el fatídico hecho, envió a la madre Beatriz de Jesús el 1 de septiembre de 1620, se conocen algunos detalles del desgraciado acontecimiento.
"El domingo en la noche, en casa de don Martín, nuestro vecino, después de otras muchas en que estaban metidos padre e hijo(…). Don Jerónimo ya se acordará el odio que tiene a su hermana por haberle dado a ella el mayorazgo (…). Es de manera que hace grandes diligencias por matarla, y con este fin entra por los tejados a deshora", señala la madre Juana de Jesús al inicio de la misiva.
El protagonista de estas líneas es don Jerónimo de Andrada, señor de Olías, hijo de don Martín de Andrada y amigo de Baltasar Eliseo de Medinilla. La monja explica cómo don Jerónimo, debido al enfado que tenía con su hermana por haber heredado el mayorazgo de su padre, fue hasta la casa de esta con la espada desenvainada dispuesto a vengarse de aquella, a su modo de ver, injusticia.
Cuando entró a la casa "halló allá un gran amigo que tenía; todos en un corredor", continúa la religiosa, en referencia a la presencia de Medinilla, que lo intentó detener en la tentativa de matar a su propia hermana. Fue en ese momento, cuando, "sin más mirar, le metió la espada por el cuerpo, y le dejó allí".
En el año 1920, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo colocó, con motivo del tercer centenario de su muerte, una lápida aún visible en la puerta de este palacio, que recuerda el triste suceso que acabó con la vida de una de las mejores plumas de la ciudad.