En la comarca de La Jara, a tan solo cinco kilómetros de San Martín de Montalbán (Toledo), se encuentra la iglesia visigoda de Santa María de Melque, uno de los templos más antiguos de España que todavía conservan parte de su primitiva fábrica original en pie. 

Ningún lugar de la península como Santa María de Melque nos traslada a la alta edad media. Su arquitectura no solo muestra el último ejemplo del mundo romano, sino que tiene elementos de edificios orientales de Siria y Jordania. Pasear por su planta, capillas y salas, atravesar sus arcos de herradura y contemplar los restos de la decoración y el sarcófago del fundador constituye un verdadero viaje en el tiempo.

La iglesia está construida en sillería de granito despiezada irregularmente, con piezas acodadas para resolver algunos ajustes. Los muros, de sillares de desigual tamaño pero muy bien trabajados, son extremadamente robustos, llegando a alcanzar espesores de 1,40 metros.

Iglesia de Santa María de Melque (Toledo). / Foto: Turismo Castilla-La Mancha.

Su planta es de cruz griega de brazos desiguales y cuenta con una puerta de acceso con un arco ultrasemicircular. En el interior, consta de una nave cubierta con bóvedas de medio punto peraltada y el ábside es de planta de herradura cubierto con bóveda de media naranja.

Un templo lleno de historia

Este maravilloso templo formó parte de un gran monasterio, erigido a finales del siglo VII, poco antes de la conquista islámica. Sobrevivió a la misma, primero como comunidad religiosa mozárabe y más tarde, como aldea musulmana, que usó el templo como fortaleza añadiéndole una torre cuyos restos aún son visibles.

Cuando el rey Alfonso VI conquistó Toledo, la iglesia recuperó su función litúrgica, sin perder la militar, quedando como testigos los restos de murallas y un poblado que solo llegó a desaparecer con la desamortización de finales del siglo XIX.

Fue a principios del siglo XX cuando los estudiosos del patrimonio descubrieron y comprendieron el valor de esta joya. Las obras de restauración llevadas a cabo desde entonces nos permiten hoy ver, como viajeros del tiempo, una auténtica iglesia visigoda.