Transformar un gigantesco e inhóspito cráter nuclear en un bosque para la "reconciliación" con la naturaleza. Generar un espacio de visita que no solo permita reflexionar sobre el poder destructor de los seres humanos, sino darle la vuelta como un calcetín posibilitando la creación de nueva vida.
Con esta ensoñación transformada en proyecto arquitectónico, el joven toledano Juan González Blanco ha sido galardonado con el primer premio en el concurso internacional "Nuclear Bomb Memorial", organizado por la prestigiosa plataforma Buildner para conmemorar el tratado de prohibición de las armas nucleares firmado por Naciones Unidas en 2017, cuando se cumplían 75 años de los bombardeos de Nagasaki e Hiroshima, que mataron a más de 100.000 personas.
Arquitectos de todo el mundo, en una competencia "silenciosa" donde las presentaciones no pueden incluir texto, títulos o anotaciones, presentan sus diseños conceptuales de un monumento conmemorativo contra la proliferación de armas nucleares. Y el de Juan, graduado en la Escuela de Arquitectura de Toledo en 2021 y actualmente trabajando para el estudio Bolles & Wilson en la ciudad alemana de Münster, ha sido el mejor de este año para el jurado.
"Aunque trabajo en Alemania, en mis tiempos libres me dedico a concursos de arquitectura que me permiten desarrollar ideas fuera de la rutina habitual. Descubrí la plataforma Buildner, una de las más prestigiosas a nivel internacional, y decidí participar motivado por el reto de diseñar un memorial pacifista que mirase hacia un futuro sin la amenaza nuclear", explica el prometedor arquitecto a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM.
Su proyecto, titulado 'Hidden Forest', "no se localiza en un sitio específico, sino que se sitúa en un contexto, el del desierto de Nevada, donde el cráter Sedan es el escenario perfecto para este memorial". La creación de este cráter fue resultado de la detonación de una prueba nuclear, llevada a cabo en 1962, que desplazó 12 millones de toneladas de tierra, creando un imponente agujero de 100 metros de profundidad y unos 390 metros de diámetro.
Símbolo de vida
"Mi idea era cambiar la connotación destructiva de estos lugares y transformarlos en sitios de reconciliación y renacimiento. Propongo un bosque que crezca de forma concéntrica dentro del cráter, un símbolo de vida en medio del desastre", detalla.
El diseño incluye un camino en espiral de nueve kilómetros, con los árboles como protagonistas, que desciende hacia el fondo del cráter. Una vez atravesado el denso bosque concéntrico se llega a una lámina de agua que refleja el cielo. "Quería que la experiencia del visitante fuera una metáfora de la renovación, donde el abismo devuelva una imagen especular al visitante", añade Juan González Blanco.
"Y el fondo de la fosa también hace una función de aljibe, recogiendo el agua de la lluvia. Además de ser un sitio visitable, también es un refugio para múltiples especies de plantas y animales. Es más que un lugar para visitar; es un lugar que conmemora la vida en la tierra", razona el joven toledano.
Técnicamente realizable
Pese a la naturaleza conceptual de 'Hidden Forest', González está convencido de que su proyecto es técnicamente viable. "El feedback del jurado ha sido muy positivo. Vieron mi propuesta no solo como un concepto fuerte, sino como algo que podría ser llevado a cabo. La dificultad para conseguirlo es más que se alcance un acuerdo internacional sobre la prohibición de armas nucleares, porque técnicamente es perfectamente realizable", explica.
Aunque ha recibido 3.500 euros como ganador del certamen, González asegura: "Para mí, lo más importante es poder contar mi proyecto y dar mi visión sobre problemas sociales como la guerra y el cambio climático, además de poner en valor la arquitectura del paisaje como forma de aproximarse a estas cuestiones". "Mi forma de ver la arquitectura tiene que ver con esa aproximación desde el paisaje a la escala humana. A veces se puede hacer arquitectura sin necesidad de construir un edificio, y eso abre muchas posibilidades", reflexiona.
En enfoque arquitectónico del toledano se centra en el paisaje y en encontrar soluciones sostenibles. De hecho, no es el primer premio internacional que recibe. En 2023 ganó el concurso internacional Félix Candela. Planteó una escuela para la siembra de agua en los Andes a partir de un bosque de queñuales, árboles que captan la humedad del medioambiente y la filtran al subsuelo.
Un posible regreso
Hijo de los reconocidos arquitectos José Ramón de la Cal y Josefa Blanco, que están detrás de obras tan importantes para Toledo con la del remonte mecánico del Miradero, González se siente cómodo en Alemania -donde hizo su Erasmus-, pero no descarta regresar a España.
"Vine a Münster por decisión personal, tras realizar aquí mi Erasmus y prácticas. Las condiciones laborales son algo mejores, pero uno siempre echa de menos su casa y me gustaría poder trabajar en proyectos en Toledo y Castilla-La Mancha", confiesa.
Preguntado sobre su visión sobre el urbanismo y el futuro de la capital toledana, responde: "Toledo tiene muchas oportunidades desde el punto de vista arquitectónico. Sin embargo, creo que se ha desarrollado de manera muy fragmentada, por barrios, lo que ha generado dependencia del coche. Veo potencial en conectar mejor esos barrios y hacer la ciudad más habitable para sus ciudadanos, más allá de su carácter turístico".