Este lunes será una jornada clave para el fútbol modesto de Castilla-La Mancha. En realidad, para el de todo el país. Y es que la Real Federación Española de Fútbol ha emplazado a las territoriales a tener una reunión formal en la que decidir qué hacer con todas las competiciones que forman parte del llamado fútbol no profesional. O lo que es lo mismo, de Segunda B para abajo, aunque justo es reconocer que los futbolistas y técnicos que militan en en equipos de la citada categoría o incluso algunos de Tercera se dedican por completo a la actividad deportiva. De hecho, por ahí vienen motivados los enfados que está provocando este cambio de rumbo.

La razón no es otra que decidir sobre la conveniencia de reiniciar las competiciones tal y como se había planteado o proceder a su retraso. Los casos positivos en Primera y Segunda han encendido las alarmas en las últimas semanas y no se quiere el fútbol se convierta en noticia por cuestiones como los rebrotes. La RFEF indica en su comunicado que "resulta imprescindible una reflexión conjunta sobre la procedencia de iniciar la nueva temporada deportiva con unas garantías sanitarias y jurídicas suficientes para todos los deportistas, clubes y federaciones, dado que en estos momentos las condiciones han cambiado en relación con lo previsto en las semanas anteriores".

En concreto, a los entes territoriales se les ofrecerán tres posibles escenarios sobre los que trabajar. Si bien todo estaba previsto para volver a competir desde el último fin de semana septiembre, ahora la disyuntiva más optimista pasa por comenzar a jugar a finales de diciembre. En los otros dos casos, el inicio se plantea para enero de 2021 o incluso para marzo, siendo éste el recomendado por la UEFA y la FIFA.

Las categorías modestas, en pie de guerra

La decisión ha sentado especialmente mal en las categorías modestas. Y es que, a pesar de que no estén catalogados como fútbol profesional (sólo se incluye en este capítulo a Primera y Segunda), son muchos los que únicamente viven del deporte en categorías como Segunda B y Tercera.

Para ellos, un retraso de la competición implicaría dejar de percibir unos ingresos que, además, podrían acabar con muchos puestos de trabajo. La economía de los clubes ya quedó tocada durante los meses de confinamiento, al no poder contabilizarse muchos ingresos de unos patrocinadores que, al ser empresas privadas, también están más endebles. Empezar en primavera pondría en serio riesgo de supervivencia a muchas entidades deportivas y, evidentemente, muchos futbolistas, entrenadores y otros empleados que rodean a un equipo de fútbol dejarían de percibir sus salarios.

Una situación delicada, por tanto, en la que tocará ponderar entre la salud pública y la economía de un sector con muchos puestos de trabajo dependiendo de su actividad. Espinosa decisión, por tanto, la que se tendrá que tomar este lunes entre RFEF y las territoriales.