Los coches de pila de combustible se mueven gracias a la electricidad que se genera con el hidrógeno que llevan en sus depósitos, así que son tan limpios como cualquier modelo 100% eléctrico, pero tienen una serie de inconvenientes que ahora mismo empiezan por la práctica total ausencia de puntos de repostaje en nuestro país, una circunstancia que no mejora mucho en Europa. Aunque el proceso de repostaje del hidrógeno es mucho más rápido que el de recarga eléctrica, apenas se tarda 5 minutos, es costoso y necesita elevadas medidas de seguridad, y por el momento es un combustible caro, cuesta unos 10 euros el Kilo.

A pesar de todo ello la industria de la automoción está convencida de su viabilidad a futuro, y la Asociación Española del Hidrógeno estima en 140.000 el parque de coches que usarán este combustible dentro de 10 años, lo que supondría un volumen de negocio de 1.300 millones euros al año, y la creación de 227.000 puestos de trabajo. En el terreno medioambiental, su utilización conllevaría el ahorro de 15 millones de toneladas de C02 anualmente. Según sus cálculos, la eclosión de los vehículos eléctricos irá de la mano del despegue del hidrógeno, que alimentará a 2 millones de vehículos en 2030, de los cuales 350.000 serán camiones.

 

Entre los fabricantes de coches tan sólo Hyundai y Toyota tienen un modelo de hidrógeno en su gama, el Nexo y el Mirai, y su precio ronda los 70.000 euros en ambos casos. En este sentido es muy relevante el anuncio a finales de 2019 de Michelin y Faurecia, ambas compañías francesas y con plantas de producción en España. Una compañía de neumáticos y un fabricante de componentes para el automóvil que han creado una filial común para desarrollar la tecnología de los motores que utilizan el hidrógeno como carburante y que más marcas puedan acceder a ella gracias a las economías de escala. 

La empresa, Symbio, reunirá las actividades de pilas de combustible de ambas y su ambición es captar una cuota de mercado mundial del 25% y una facturación de unos 1.500 millones de euros en 2030, según han explicado los dos socios franceses. Michelin y Faurecia harán una inversión inicial de 140 millones de euros para acelerar el desarrollo de pilas de combustible de nueva generación, lanzar la producción en serie e incrementar la actividad en Europa, China y Estados Unidos. Se trata de crear, producir y comercializar este tipo de motores para vehículos ligeros, utilitarios y camiones, así como para otros aspectos de la movilidad.

 

Michelin pone la experiencia de su filial, que ofrece sistemas de pilas de hidrógeno asociadas a una oferta de servicios, así como actividades de concepción y producción. Faurecia aporta su tecnología derivada de su acuerdo con el Comisariado de la Energía Atómica y de las Energías Alternativas (CEA), un centro de investigación público francés.