La única procesión del Sábado Santo toledano arrancó, como es tradición, a la una de la madrugada desde el monasterio de San Juan de los Reyes, donde cientos de personas esperaban al Cristo de la Buena Muerte.
La imagen sale del templo sin andas, a hombros y manos de cuatro cofrades en posición inclinada, una primera muestra de la austeridad que marca esta procesión en la que el silencio solo se rompe por un tambor desafinado y las oraciones del Vía Crucis que rememora el sufrimiento de Cristo en su Pasión y Cruz.
Los cofrades, formando dos hileras, visten un hábito franciscano con capucha sobre su cabeza y portan un farol antiguo de vela en la mano. Abre la comitiva una cruz luminosa con un lema: "Oye la voz que te advierte que todo es ilusión menos la muerte".