De momento como apellido, el tiempo dirá si “celá, o no celá”. Cierto es que siendo aragonesa, Isabel tenía más pinta de Catalina que Pilar, aunque las apariencias pueden engañar, pero sin embargo no podemos obviar el primer y alentador mensaje de nuestra nueva Ministra, que imagino sin acritud hacia su antecesora, ha dicho que promete diálogo y voluntad de consenso, bienvenidos sean, porque hasta ahora más que diálogos eran monólogos y el consenso posterior al Boletín Oficial del Estado.
Más me gustó su segundo mensaje, “La educación es un elemento fundamental para la vertebración territorial. Hoy he querido tener un recuerdo para los docentes del medio rural y para el papel vital de las escuelas en nuestros pueblos” Sin desperdicio alguno, vertebración, docentes y nuestra escuela pública, mejor inicio imposible.
Difícil tarea la primera, vertebrar diecisiete sistemas educativos distintos, más sencilla es la segunda, basta con además de reconocer social y laboralmente a los docentes, consensuar y aprobar una Ley de la profesión docente no universitario en todo el Estado, el ansiado Estatuto de la Función Pública Docente y regular nuestra carrera profesional.
Por último, nuestra denostada escuela pública y escuela rural, en alguna región más importante que en otra, y en alguna provincia más que en otra, pero un derecho y una obligación, garantizar un puesto de titularidad pública que lleve a cada rincón una enseñanza de calidad que asegure el acceso y la igualdad de oportunidades, que entre otras cosas, obliga a bajar las ratios en un futuro próximo y mantener primero los desdobles que tan buenos resultados académicos ha obtenido y ampliar después, las plantillas actuales que permitan una atención más individualizada, una mayor especialización académica y la renovación pedagógica y generacional de nuestros claustros.
Otros muchos retos le queda a nuestra Ministra, de momento aprobar sin tiempo el futuro real decreto de evaluación, promoción y titulación, la futura Ley de FP, la inserción de nuestro profesorado técnico, los reales decretos de currículo y un largo etcétera.
Aunque la Ley Celaá esté en vigor, su desarrollo, si cabe, es aún más importante y para ello contará como bien dice ella “con la confianza y seguridad que me da la calidad personal y profesional de toda la comunidad educativa”.
Y no se crean, llega con un pan debajo del brazo, los 1.185 millones para Educación, ¡alegría, Alegría!
Satur Acosta. ANPE