Son muchos los mensajes con que se nos machaca en este Año Europeo del Ferrocarril. Este último jueves 2 de setiembre sin ir más lejos, ha partido desde Lisboa un convoy: el Connecting Europe Express, para visualizar este largo evento anual con una duración de 5 semanas y cruzando 33 fronteras de 26 naciones hasta el confín de los países bálticos. Y lo hace atravesando todo este viejo continente, que dicho sea de paso, aplica no pocas ambigüedades al medio de comunicación vital por antonomasia para nuestros destinos.
Y es que los mensajes nos los da el propio acontecer de las circunstancias por las que atraviesa España. Un incomprensible y completo olvido del ferrocarril en relación con el cambio climático, una aplicación innecesaria de la separación de infraestructuras y explotación ferroviaria como pide Europa, una extrañísima huida sin ruido del ministro Ábalos (que no se estrenó en nada por estos lares), un ambiente de pura batalla territorial por exigir que no se cierren líneas férreas en un interior peninsular más vaciado que nunca, y por si todo esto fuera poco, una notable falta de coordinación en cuanto aparece una avería a un convoy dado, sin hablar de las quejas por supresión de circulaciones regulares por la tenaz falta de maquinistas en la red convencional.
Un panorama que nos atañe y muy de cerca, con una comunidad autónoma como la Valenciana, incapaz de reclamar la electrificación total de sus trayectos ferroviarios tanto de Cercanías como Regionales de competencia estatal, y con una notable falta de entendimiento, en especial con la vecina comunidad de Castilla-La Mancha para solucionar su antiguo enlace vía Cuenca. Porque hay que señalar que se nos viene dando largas desde la nevada Filomena a principios de año, y permanece cortada sine die la relación férrea entre Utiel y la Ciudad de las casas colgadas. Un ferrocarril Directo Valencia-Madrid que costó sangre, sudor y lágrimas concluir en noviembre de 1947, con un tramo central de geografía infernal, hace pues casi tres cuartos de siglo, y que permanece sustituido por autobuses. Cuya macromanifestación para impedir su desmantelamiento el pasado 7 de agosto, se duda ablande los corazones de una patronal conquense que se muestra pasiva para no decir proclive a esta bárbara supresión del Ministerio de Transportes versus RENFE. Porque entre todos la mataron y ella sola se murió, reza el refrán.
La unión de Valencia con Aranjuez, o lo que es lo mismo: nuestra línea radial por excelencia con la capital, no es para nada una línea baladí. Sus viejos carriles soportaron en horario nocturno para quién no lo recuerde, la bonita cifra de aproximadamente 93.000 toneladas de acero y otras tantas de traviesas de hormigón y de piedra de balasto, que sirvieron para inaugurar la vía del AVE Madrid–Valencia en 2010. Y su trazado prácticamente perpendicular a los meridianos ibéricos bien podría enlazar a base de trenes mercantes puros de contenedores o vagones canguro de semirremolques, los puertos marítimos de Valencia y el interoceánico de Lisboa. Y su electrificación de bajo coste sin compensar, adaptada tan sólo a 100 km/h, sería de una rentabilidad nacional difícil de igualar. ¿Qué impide entonces su realización? Sencillamente una total falta de interiorización del Año Europeo del Ferrocarril. Inmersos en la palabrería de la sostenibilidad, cuando el ferrocarril es el medio de transporte electrificable por excelencia, que a falta de inventos de última hora, de baterías cuyos ácidos son de desconocido y temerario reciclaje, o de la verdadera vertebración territorial que se nos vende cada día.
¿Por qué no reflexionamos mínimamente en un tren que se nos va gratuitamente de las manos, cuando no echamos vagones descarrilados a los ríos, o desguazamos vehículos que cuestan cientos de millones de euros?
¿Alguien medita sobre el erario público cuando los operadores ferroviarios se ven abocados a adquirir sólo locomotoras diesel que circulan el 80 % de las veces bajo catenarias electrificadas?
¿O la ecología sólo piensa en las placas solares de una vivienda unifamiliar acomodada?
Recientemente Nuno Freitas, el presidente de CP, los ferrocarriles portugueses, no se ha cortado un pelo en recordar que la separación de infraestructura y explotación ferroviaria que proclama este continente, allí REFER y CP, aquí representado por ADIF y RENFE, es totalmente improcedente. Será cosa de ver si este nuevo tren de recorrido promocional, hace hincapié también en los errores de bulto de la CEE. Valencia y sus puertos, por cierto con enlaces ferroviarios más bien poco utilizados, por no hablar de casos lastimosos como Gandía, Castellón y Alicante, también se merecen que la sostenibilidad ambiental les ayude en algo. Léase el eterno Corredor Mediterráneo para mercancías. Y no olvidemos que la cacareada unión ferroviaria de nuestra principal terminal portuaria con Zaragoza-Plaza para nada es una meta, que siguen en el cajón del olvido enlaces de vital importancia cuyas promesas yacen hacinadas como la unión con el puerto de Santander o del sur como Algeciras. Mucho por hacer y por desgracia pocos proyectos de movilidad descontaminadora que llevarse a la boca.
Los actuales gestores se ciñen a acciones más bien simples de aplicar. Se basan en carriles bici y de patinete. Nada que genere trabajo a largo plazo, sin planificación de enjundia, y mucha calle y acera de rojo que pueda revertirse a poco que cambie la gestión urbanística actual.
Joan Lluis Llop. Documentalista ferroviario.