Como los franceses de la Revolución, tiendo a renombrar el calendario tradicional en base a lo que me toca hacer en cada momento. Así, si aquellos gabachos revolucionarios denominaron a este tiempo vendimiario -básicamente porque había que vendimar- yo siempre me he referido a esta transición entre septiembre y octubre como 'toca ir a Farcama'. Más de 20 años cubriendo como periodista la Feria Regional de Artesanía es lo que tiene. Hay cosas peores, a diciembre lo llegué a llamar 'Debate de Presupuestos'. Cosas mías, ya me irá conociendo.

Pero no se apure querido lector, no voy a hablarle ni de Farcama, ni del calendario revolucionario ni, mucho menos, de los presupuestos. El origen de todo este rollo es anunciarle que a partir de ahora me quedo con el nombre de 'Farcama Suena' como hito mensual. Sin duda, este festival de música ha sido lo mejor de esta feria de artesanía que viene necesitando ya de una reforma integral. Aviso a navegantes: también tiendo a la dispersión.

Pero volvamos al tema. El 'Farcama Suena' estuvo genial y toca decirlo. Pero más allá de lo mucho o poco que disfrutara en él, lo que me ha empujado a escribir esta columna fue un hecho totalmente ajeno a la música. Y es que, tal y como yo lo percibí, el cierre de este festival se convirtió en un momento de exaltación de esta tierra como nunca antes lo había vivido (y mire que me he tragado actos institucionales del Día de Castilla-La Mancha). ¿Qué pasó? Pues algo tan simple como que el cantante Dani Fernández terminó el concierto al grito de "¡Qué bien acabar la gira en mi tierra! ¡Yo también soy de aquí!".

Algo sin importancia para muchos, pero a mí me sorprendió que la reacción de la gente a las palabras de este chico de Alcázar de San Juan fuera inmediata y totalmente espontánea, sin ningún tipo de artificio. Todos gritamos entusiasmados. La pregunta es por qué nos emocionó en Toledo oír a alguien de Ciudad Real decir que "yo también soy de aquí" si no lo es ¿O sí lo es?

Entonces caí. Lo que Dani Fernández realmente nos gritó es que todos, toledanos o ciudadrealeños, somos de Castilla-La Mancha, de esta región creada hace 42 años y de la que hasta este viernes dudaba yo que estuviera generando algo parecido a un sentimiento de identidad entre sus gentes. Dos décadas buscando como periodista algo que nos identifique como castellanomanchegos y voy y me lo encuentro en un concierto un viernes por la noche. Cosas que pasan.

Aquí me acuerdo de Ernest Renan, lo que hoy llamaríamos un politólogo del siglo XIX, que estudió a los franceses revolucionarios, a esos del mes vendimiario. En concreto, Renan quería saber cómo estos revolucionarios se habían hecho franceses y qué era eso la nación. Primero acudió a la historia y a la cultura de esa comunidad, pero allí no encontró respuesta. Entonces, se le ocurrió buscar en lo subjetivo. Y ahí dio con la clave de lo que era la nación para ellos: la decisión diaria de los franceses de ser franceses, totalmente subjetiva e individual. Lo llamó "el plebiscito cotidiano".

Y creo que esto fue lo que nos pasó el otro viernes en el 'Farcama Suena'. La inmensa mayoría de los que estábamos en el concierto decidimos de manera subjetiva e individual ser castellanomanchegos, a pesar de que todos sabemos que Castilla-La Mancha es un invento de la Constitución del 78 y de que son pocos los referentes que nos unen más allá de Don Quijote, las migas y Andrés Iniesta. Es más, creo que si algo tenemos claro es que esta tierra nació más bien como una 'antirregión', es decir, de no ser ni extremeños, ni andaluces ni murcianos, y de saber que ir de la mano de Madrid no iba a traer ni un duro -de los de entonces- a estas tierras. Lo único realmente que nos unió fue la idea de no ser menos que nadie en ese 'café para todos' que se montó allá por finales de los años 70.

Entonces, ¿qué es región? Pues, siguiendo a Renan, lo que vivimos el pasado viernes de mi nuevo mes 'Farcama Suena'. La inmensa mayoría de los allí presentes decidimos a la vez, en improvisado plebiscito, ser castellanomanchegos. No sé si es exagerado hablar de 'identidad regional compartida', dejémoslo en emoción compartida por esta tierra.

Posdata: Cuando ya tenía terminada esta columna me entero de la ocurrencia del Gobierno central de convertir el Aeropuerto de Ciudad Real en un barracón de hacinamiento de inmigrantes. Me viene a la cabeza aquello de 'No al campo de tiro de Cabañeros'. Aviso, ir en contra de una mala decisión gubernamental también sirve para hacer región. Se verá.