Les voy a contar la historia de una niña. La llamaré María. María cumple 12 años en noviembre y vive en un barrio residencial de Toledo. Es su primer año de instituto y en su barrio no hay ninguno. El más cercano la pilla a ocho kilómetros, pero como vive en Toledo y no en un pueblo no tiene autobús escolar, tiene que ir al insti en autobús de línea. Una sola línea pasa por su barrio y cada media hora. Así que si todo va muy bien María se tiene que levantar a las siete menos cuarto de la mañana para coger el autobús a tiempo y subirse una cuesta de 300 metros andando para llegar al centro escolar. El autobús, obviamente, no la deja en la puerta del instituto.

Tras el madrugón y seis horas de clase, a desandar el mismo camino para llegar a casa. A veces los autobuses de línea van tan llenos que pasan de largo y a María con sus once años le toca esperar al siguiente. Con suerte comerá a las tres y media o cuatro menos cuarto. Hay muchos días que el autobús llega tarde, hay muchos días que llega muy lleno, hay muchos días que María se angustia pensando que en el instituto le va a caer un parte por llegar tarde a clase. ¿Me van a decir que esto es normal? ¿Me van a decir que este Ayuntamiento de Toledo y la Junta, que tanto se quieren para algunas cosas, no pueden hacer nada para que los niños o los adolescentes no tengan que pasar por esto? ¿En serio no podemos invertir dinero en mejorar el transporte público?

Esperen, no he acabado. Juan también va al instituto en Toledo y llega desde un pueblo. Él sí tiene transporte escolar, pero ¿saben qué? El autobús que le lleva y le trae a su municipio no lleva monitor. Un autobús lleno de menores, adolescentes, sin ningún responsable, porque el conductor lo que tiene que hacer es eso, conducir. De hecho, a veces tiene que pararse en medio de la carretera porque hay dos detrás que se están peleando o que se están tirando las zapatillas. ¿Con qué seguridad viajan esos chicos?

¿Y qué les parece lo de Carmen? Ya va a Bachillerato y no tiene derecho a autobús escolar, y en su pueblo no hay autobús de línea para llevarla a su instituto. ¿Qué hace Carmen con 16 años? ¿Se echa un novio de 20 para que la lleve en coche? No, esto no puede funcionar así.

Hay miles de Marías, de Carmenes, de Juanes, adolescentes que se merecen unas condiciones de transporte mínimas, básicas, para ir al instituto. Me llamo Ángeles y estos son mis demonios.