Aquel dicho, en otro tiempo popular y respetado sobre las aguas superficiales que siempre vuelven con las escrituras de propiedad en la mano, se ha cumplido, desgraciadamente para todos. Decía en la columna de la semana pasada que gracias a la construcción del cauce del Turia tras la riada de 1957 se había evitado la inundación del casco histórico de Valencia y que el número de víctimas fuera menor. Desgraciadamente, me equivoqué y eso forma parte de la grandeza y la miseria de escribir en los periódicos con la actualidad como el horizonte que siempre te sobrepasará. Afortunadamente uno no es periodista y doy gracias de no serlo porque he vivido durante estos años de colaboración en la prensa, siempre alrededor de unos amigos culpables, lo duro de la profesión. Escribir en periódicos es meterse en problemas, que diría Salvador Sostres. Aunque ahora lo fácil, como estamos viendo en el ochenta y nueve por ciento de la prensa, sería echar la culpa a alguien y si no, a todos los políticos, que ya se sabe del 15-M para acá, que es uno de esos recursos que siempre da réditos.
Está claro que no estamos en la China o en la antigua Unión Soviética donde de un plumazo se movería a los miles de pobladores que viven en zonas inundables y luego se sacaría pecho cantando un himno a la planificación, pero ha quedado claro que zonas muy pobladas en el litoral español corren el riesgo de vivir lo de estos días amargos. Cincuenta años no son nada en la historia geológica de la tierra pero quizás demasiado para generaciones de humanos decidiendo el futuro del medio en que viven. Las aguas volverán antes o después con las escrituras en la mano. El problema, como casi siempre, es tomar medidas equilibradas al respecto sobre algo que no es tan sencillo porque afecta a la vida de millones de personas arraigadas sobre un territorio.
En cualquiera de los problemas que tienen que ver con el territorio la prioridad en la solución la tienen que tener los científicos. Los estudios de riesgos y las posibles soluciones tienen que ir graduadas con respecto al problema y cuando haya que actuar con medidas drásticas, como la paralización de nuevas construcciones en las zonas declaradas como inundables o incluso los derribos de edificaciones de forma drástica habrá que afrontarlo con valentía. Siempre se dice que se debe evitar legislar en caliente. No sabe uno si en esta oportunidad a lo mejor nos ayudaba a hacerlo mejor que hasta ahora.