No sé si seré capaz de ordenar lo que pienso, lo que siento. Entre el desgarro y la ira, la desolación y la tristeza se me acumulan preguntas, reflexiones ridículas, certezas. Solo les dejaré unas pocas:
La naturaleza no entiende de boom inmobiliario, ni de cauces ocupados porque llevan décadas secos, ni de reordenación del territorio. En la tierra, el agua tiene un camino y llevamos décadas saltándonos las reglas. Y lo digo por Letur, por Cobisa, por Valencia.
Los avisos rojos no son una broma. El que pone los avisos es un científico, el de decreta las alertas suele ser un político. Si los políticos no hacen su trabajo no es culpa de la ciencia. Y lo digo porque la AEMET avisó de grandes acumulados de agua y el político de turno, en este caso de la Generalitat valenciana, estaba pensando en que si decretaba la alerta se le iba al traste el puente de noviembre, estoy segura. Pues ahí lo tienen, creo que no yerro si digo que cientos de vidas se habrían salvado si la alerta se hubiera decretado a tiempo.
La Generalitat valenciana no tiene justificación ninguna. Pero, vista su incompetencia, el Gobierno central tenía que haber cogido las riendas rápidamente. Sánchez no quiso hacerlo para que no le tacharan de dictador y para no comerse el marrón. Desde mi punto de vista se equivocó, porque claramente los medios habrían llegado más rápido y mejor organizados.
Mazón está muerto políticamente, por eso ha cambiado su estrategia. De aparecer como un perrillo apaleado al lado de Sánchez en los primeros días, a culpar, sin sentido, al Gobierno central, a la UME o la Confederación del Júcar. Sus jefes, Feijóo o Ayuso, o ambos, le han dicho que haga un último trabajo para ellos, hacer lo que haga falta para matar políticamente a Pedro Sánchez.
Mientras las víctimas se sienten solas, abandonadas, superadas por la situación, en este país los políticos siguen haciendo lo que siempre han hecho. Lo hicieron con ETA, en el 11 M, en el Covid y lo hacen ahora, aprovechar a los muertos para hacer política. Una auténtica vergüenza.
Y dos últimas cosas, cuidado con las fotos y los abrazos, porque quizá estamos acogiendo en nuestro seno a gente que está denostando y despreciando a las instituciones públicas, y no lo digo solo por el Rey. Es muy peligroso. Segundo, cuidado con los bulos. No son casuales, ni son aleatorios, buscan abrir grietas, muy profundas en el Estado. Lo están consiguiendo
A los periodistas al servicio de unos o de otros no soy yo quien para juzgarlos.
Me llamo Ángeles y estos son mis demonios.