Aparte de que la frase ya ha pasado a la historia general de la infamia política, la traigo a cuento y colación porque en ocasiones sí que es necesario pedir ayuda para distinguir el trigo de la paja. Es increíble cómo una tragedia con más de doscientos muertos en Valencia ha vuelto a politizarse. Las trincheras están abiertas y, como periodista, lo que más dolor y desazón me provocan son los compañeros a sueldo. No puede ser que antes de abrir la boca, ya sepa lo que va a decir un periodista y qué partido va a tomar. Quien defiende siempre al mismo, es que cobra de ese mismo. Y los que abren simas de enfrentamiento y polarización porque todavía creen que les favorece, juegan con un fuego que terminará quemándolos.

Lo mejor de Valencia ha sido la catarata de solidaridad, la Nación con mayúsculas que ha corrido por las venas de la gente joven a la que desde ya hay que mirar de otra manera. No puede ser que cuarentones y cincuentones pontifiquemos como si de un púlpito se tratara con verdades absolutas, mientras ellos se comen la mierda que les hemos dejado. Han venido con sus cepillos y escobas en una metáfora que anticipa lo que está por llegar. Cuidado con los de veinte, que ya no tienen prejuicios y han visto la milonga que les ha vendido la izquierda. Luego se preguntan por qué gana Trump. Es la economía, estúpidos y no la identidad de género o racial la que determina a la larga. Los hispanos lo han entendido y lo han dejado muy claro. Quieren seguir siendo hispanos y no latinos. Quien quiera escuchar, que escuche.

Así las cosas, Mazón podría dimitir y cobrarse la pieza nuestro Trump particular. Sánchez está contra los jueces y los periodistas lo mismo que el americano. Y a ambos les ha ido bien, aunque tenemos un presidente del Gobierno que no puede pisar la calle. Lo que me llama la atención es la debilidad de la derecha para defender a los suyos. La izquierda ya sabemos que es agitprop y victimización. Pero en esta contienda ralentizada de 11-M o Prestige, me duele la prensa. El papel que alguna prensa determinada desea jugar. Por no hablar de la otra que inventa bulos o falsea la realidad. Los conspiranoicos son los que más rechazo provocan, porque apago la tele en cuanto aparecen. Tiene razón mi compañera Lorena García Díez, de Espejo Público en Antena 3, cuando en sus redes advierte contra la intoxicación, la manipulación y el tremendo trabajo informativo que hacen los medios tradicionales para contrastar la noticia antes de darla. Algo que se ha perdido. En cualquier guerra informativa y política, y esta lo es, la primera víctima es la verdad. Por eso, consuela tanto como un bálsamo de Fierabrás ver quince días a Carlos Alsina con el petate al hombro poniendo el micrófono a los valencianos. Porque no es necesario pedir la ayuda cuando hace falta. Y tampoco debiera serlo recordar dónde se ha de estar con la pluma y el micrófono.