Mientras algunos se pelean por Aldama, ese hombre que ahora resulta que era el James Bond español, Ayuso y su novio, Sánchez y su mujer, o Lobato y las filtraciones, o no, de la Fiscalía, nosotros vamos a lo realmente urgente. ¿Tienen ya cerrada la agenda de cenas y eventos navideños? ¿No? Pues olvídense, van tarde. Vayan cerrando ya la Navidad de 2025. Hemos entrado en una esquizofrenia colectiva de cenas de amigos, compañeros de gimnasio, de macramé, de mindfulness, de empresa, de padres y madres del cole... Les juro que me estresa más que una oposición a notarías. Diciembre es un infierno.
Empecemos por las cenas: menús cerrados, te lo comes sí o sí, con vinos de caja de cartón a precios de estrella Michelin. Un sablazo que nos tragamos por eso de "juntarnos con los amigos". ¿Qué pasa, que los amigos se desintegran en febrero? Un sablazo que nos tragamos por salir con los compañeros de trabajo, ¿esos a los que esquivamos si nos encontramos en el centro comercial o en el súper? Un sablazo que nos tragamos por tomarnos una cerveza con los del gimnasio, ¿unos tíos o tías a los que siempre vemos sudados? Además, todo lo que hagamos en esa cena será analizado por ¿6, 20, 40 personas? Me parece un suicidio social.
Luego está el tema del outfit . Me van a perdonar, pero es que yo no entiendo el tema del brillibrilli, a lo Kardashian, que traen las Navidades. Que las luces y los adornos son para ponerlos en las calles, no para llevarlos nosotros. Pero hemos entrado en la dictadura de "no sin mis lentejuelas" y eso ya no hay quien lo arregle. Llegas a un restaurante, tú toda mona con tu camisa blanca o tu traje de chaqueta, o un vestido negro ajustado. Te ves elegante... y de repente estás en 'Lluvia de estrellas'. ¿Cómo vas a lucir si todo a tu alrededor son destellos?
Y, para rematar, la fiesta: karaoke, discoteca, bares. Mira, una cosa buena que tienen estas cenas es que normalmente no hay botellón. Solo un consejo o una advertencia les hago: recuerden que esos con el que se van a tomar ocho copas, esas a la que acaban haciendo confesiones en el baño, esos con los que acaban cantando "voy a pasármelo bien" siguen siendo al día siguiente sus jefes, sus compañeros de oficina o los padres del amiguito de su hijo de tres años. Se lo ruego, tengan medida. Me llamo Ángeles y estos son mis demonios