El Aula TEA del IES Sefarad cumplió el lunes 10 años. Un hito a celebrar, ya que fue la primera de la ciudad en el ámbito de la Secundaria, la encargada de abrir el camino en esto que llamamos integración educativa. Un concepto que hoy todos entendemos, pero que hace tan solo una década aún nos sonaba raro. Es más, ¿lo entendemos del todo o aún nos cuesta?
Lo primero es explicar qué es esto del Trastorno del Espectro Autista. Según la Federación de Autismo de Castilla-La Mancha, es un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en distintas áreas, desde limitaciones en la comunicación y el lenguaje, a dificultades para comprender las emociones, tanto las propias como las de los demás. O dicho de otra manera, las personas TEA tienen una manera de ver el mundo diferente al de las que no lo son, por lo que requieren de estrategias específicas con las que gestionar su socialización, su empatía… o, simplemente, para entender esos sobreentendidos que tantas veces damos por hecho, pero que no todo el mundo tiene que pillar a la primera.
En cuanto a eso de pensar que las personas TEA son un colectivo pequeño, a no tener en cuenta, de difícil integración… siento disentir. Una de cada cien personas en España tiene un diagnóstico TEA. ¿Les suena Bill Gates, Tim Burton o Anthony Hopkins? Todos ellos tienen en común el estar englobados en esto que se ha venido en llamar el espectro autista.
Visto esto, ¿qué es un Aula TEA? La podemos definir como un vehículo para facilitar el viaje del alumnado TEA por las diferentes etapas educativas. Un viaje en el que no irán solos, ni en aula aparte, sino que lo harán junto con el resto de alumnos y alumnas del centro educativo. Y ahí está el quid de la cuestión. Los especialistas del Aula TEA apoyan a estos jóvenes en lo académico, en favorecer su integración, su relación con los demás… pero desde dentro del aula ordinaria, siendo uno más.
Este ‘ser uno más’ y, a la vez, tener en cuenta las diferentes capacidades de cada uno, es la esencia de lo que he venido en llamar un poco más arriba integración educativa. No obstante, no se equivoque querido lector, esto ni es fácil ni es todo de color de rosa.
Como se explicó en el acto organizado para celebrar el aniversario del Aula TEA del Sefarad, los comienzos no fueron fáciles. Tocó romper muchas barreras y prejuicios. Enseñar a alumnos, profesores y familias que no pasaba nada, que todo podía funcionar… Aquí doy fe del trabajo encomiable del equipo TEA de este centro. Son el punto de apoyo de este proyecto, referentes tanto para los alumnos como para los docentes, a los que ayudan cada día a quitarse los ‘miedos’ sobre cómo trabajar con estos chicos y chicas. Y es que, esto de la inclusión no surge por generación espontánea, hay que trabajarla a diario con los alumnos TEA, prepararlos para convivir en el aula. Que todo funcione lleva muchas horas y mucho esfuerzo detrás.
Pero termina funcionando. Los resultados están ahí, en el casi medio centenar de alumnos que en estos 10 años han pasado por esta aula TEA. Chicos y chicas que hoy están estudiando Bachillerato, que han terminado grados formativos… que, en definitiva, tienen una vida normalizada.
Pero ojo, todo esto cuesta dinero. Nunca está demás recordarle a la Administración Educativa que la inclusión sin inversión no es inclusión, es postureo. Más inversión que en el caso de las Aulas TEA significa más profesionales y bajada de ratios. Ahora que los señores diputados de las Cortes de Castilla-La Mancha están haciendo los últimos retoques a los presupuestos de 2025, ¿no les cabría un incremento de la partida para las Aulas TEA? Se verá.