Leo en estos días la historia de un país extraño, llamado Iberia, y de una ciudad ficticia, llamada Jándula. Dos territorios imaginarios en la narración titulada "La Península de las Casas Vacías" donde pueden sucederse y encadenarse acontecimientos irreales y situaciones mágicas. Donde la frontera entre la realidad y la irrealidad ha sido demolida. En ese territorio amplio de Iberia, según el mapa inicial del libro, se encuentra otro territorio no menos mágico, llamado Castilla la Nueva (en la actualidad Castilla-La Mancha) en el que personajes reales y de ficción protagonizaron, también en un libro, inimaginables aventuras. Don Quijote fue uno más de ese retablo de las maravillas.

En ese lugar, más pequeño, existe una ciudad, también entre la realidad y la ficción, que se llama Toledo, por donde planean que atreviesen los trenes que, desde Madrid, viajen hasta Extremadura y Lisboa. Y para que circulen esos trenes en una y otra dirección los técnicos y algunos políticos han pensado que los trenes debieran cruzar Toledo por encima de un rio antiguo, en la actualidad, cierto, una cloaca de Madrid, que aún se llama Tajo. ¿Tienen que pasar necesariamente por Toledo los trenes que vayan de Madrid a Extremadura y Lisboa? ¿Cuáles serían las ventajas, cuales los inconvenientes y de qué proporción las agresiones al medioambiente en tiempos de discursos sobre la sostenibilidad, el respeto a la naturaleza y cuestiones vinculadas al cambio climático y a impactos ambientales? ¿Qué beneficios aportaría a la ciudad el paso señalado que no ofrezca otro alternativo? ¿Cuántos toledanos irían a Extremadura o a Lisboa? ¿Cuántos de ellos vendrían desde allí hasta aquí? Y Los costes de las obras necesarias, túneles, semituneles, vías subterráneas, pasos aéreos, ¿quiénes los cuantifican y los evalúan? ¿Quién miden la relación costes-beneficios para Toledo? ¿No existen vías para llegar de Madrid a Lisboa sin inversiones gigantescas, sin obras grandiosas y agresivas? Seguramente los ingenieros y arquitectos manejan otras soluciones menos costosas que consigan idénticos objetivos que las que se presentan. Sabemos que cuando se tratan de este tipo de obras existen dos lógicas encontradas: la de las empresas constructoras que buscan el mayor beneficio y la lógica cívica en la que deben prevalecer las gestiones eficaces y eficientes de los impuestos ciudadanos.

El trazado de las vías para estos destinos se viene planteado al menos desde el año 2021. En ese tiempo, el propio Ayuntamiento de Toledo (existen otras aportaciones), con la Corporación anterior, ya presentó un texto alternativo al que ahora se presenta en el que se armonizaban los intereses de unos y de otros y, sobre todo, de la ciudad. ¿Por qué ese proyecto no cuenta y se presenta uno que debe cruzar el rio, creando una herida medioambiental que, no parece, analizadas las composiciones visuales, aporte ningún valor a la ciudad? Desde entonces han transcurrido varios años, tiempo suficiente para evaluar costes, beneficios, minimizar agresiones visuales o medioambientales, reconsiderar trazados que aprovechen lo ya existente. Todo parece haber desparecido de la escena y ahí tienen a una parte de los toledanos debatiendo, sin demasiados datos de costes y alternativas, sobre si un scalextric, como los derribados en Madrid, puede cruzar el Tajo a su paso por Toledo camino de Extremadura o Lisboa. El proyecto es lo suficientemente trascendente para que no se convierta en una confrontación de egos, ni para que se organice un pulso de poderes, o se reduzca a una mera cuestión estética o a un asunto entre antiguos o modernos, cuando no entre derecha e izquierda. Y es que el ruido que todas estas variaciones generarían podrían tapar el verdadero rostro del problema y favorecer a una de las lógicas en juego, la del beneficio de las empresas en detrimento de los intereses de los ciudadanos, en general, y de los de Toledo, en particular.