Emiliano García-Page y Paco Núñez, en una imagen de archivo.

Emiliano García-Page y Paco Núñez, en una imagen de archivo.

Opinión LAS CARGA EL DIABLO

El enorme lío que Page y Núñez tienen montado en Castilla-La Mancha va a ser difícil de recomponer

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Me malicio que me pueden acusar de haberme colocado en la equidistancia y de no entrar a fondo en el análisis, pero en realidad se trata solo de no perderme en el laberinto de los detalles y las batallitas. La política es un mundo intrincado y lleno de trampas, así que lo mejor es centrarse en lo esencial, que en el caso que nos ocupa es, ni más ni menos, la incapacidad de Emiliano García-Page y Paco Núñez, el PSOE y el PP, de entenderse en una cuestión fundamental: la actualización del Estatuto de Castilla-La Mancha para mejorar la vida de la gente.

Sencillamente, se trata de eso. He escuchado a las dos partes y, a estas alturas, ya tengo construida, más o menos, mi propia versión de la ruptura que hizo saltar por los aires la negociación el pasado mes octubre, y cómo se reparten las culpas, las responsabilidades y los intereses políticos. Pero lo importante no es el bucle de reproches y acusaciones, réplicas y contrarréplicas, que socialistas y populares llevan tres meses lanzándose a la cara y dando el espectáculo, sino la necesidad de superar ya esa fase de bloqueo melancólico y pasar a la siguiente pantalla. Lo importante es el futuro.

Lamentablemente, enero de 2025 ha comenzado como terminó octubre de 2024: a garrotazos y sin atisbos de recuperar ningún diálogo. A los periodistas nos gusta más un lío que una gaseosa, una pelea que un abrazo, pero la gente de la calle anda inquieta a vueltas con sus preocupaciones y su día a día, su trabajo, el colegio, el hospital, y a nadie se le ocurre entrar en tertulia sobre el número de escaños de las Cortes regionales cuando se toma un respiro en el café de la mañana. Sólo faltaría. Que levante la mano aquel que, no siendo político profesional o periodista, sepa cuántos diputados se sientan en el Parlamento autonómico: el silencio es abrumador.

Así que personalmente voy siendo pesimista sobre el nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha. Negociar su reforma y ponerlo al día, atender a las necesidades actuales de los ciudadanos, fortalecer los servicios públicos fundamentales y darle una vuelta completa a esa “carta magna” de la comunidad me pareció en su momento una buena idea, pero tengo que reconocer que el proceso ha sido una decepción y ya voy cargado de un fuerte escepticismo. Se me viene abajo mi natural perfil de optimista combativo.

En fin. Page y Núñez tienen en su mano recomponer el roto actual que ellos mismos y sus partidos han provocado en el corazón de la política regional al generar a todo el mundo unas expectativas que todavía están muy lejos de cumplir. Pero no estoy seguro de que ya sea posible regresar a la sensatez y reconducir esa frustración. Lo iremos viendo. Quiero equivocarme, pero el PSOE y el PP, y viceversa, dejan en sus vidas cotidianas poco margen, casi ninguno, para la esperanza. A ver si es verdad y me llevan la contraria, que tan difícil no será hacerse una llamada y hablar con el horizonte despejado. Y limpio.