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Emiliano García-Page, en una imagen reciente.
Sánchez aterroriza a Page y lanzan un pronóstico político demoledor sobre Paco Núñez
Pedro Sánchez, ese hombre, inefable fullero, ha convertido la legislatura en una película de miedo, entre adolescente y surrealista, y hasta Emiliano García-Page ha reconocido estos días que la situación es “terrorífica”, un laberinto sin salida que necesita ya, con mucho apremio, una vía de escape digna en forma de elecciones generales. Y que decida la gente. Nosferatu viene a comernos, voraz y loco de poder, y por algún sitio habrá que salirse de escapada: se habla de la primavera, aunque yo soy muy escéptica.
O sea, que Pedro no se va, ni se le espera, y sigue sacando de paseo al hombre lobo de su incompetencia y su falta de apoyos para gobernar hasta la extenuación de todos nosotros, los españolitos que soportamos la inestabilidad y desgobierno en los que ha sumido al ruedo ibérico. Finiquitar esta agonía es una extrema urgencia nacional o nos devora el dinosaurio.
Page, que mira a la Moncloa desde lejos y probablemente también desea que el calvario acabe cuanto antes, se ha puesto, sin embargo, en la equidistancia y, en lugar de ajustar el foco en la descomposición acelerada del sanchismo, quiere repartir las culpas entre todos, desafinando el tiro: “Es una irresponsabilidad colectiva”, ha dicho el presidente castellano-manchego, como evitando señalar directamente a Sánchez y haciendo un revoltijo de trazo grueso y todos contra todos. Pero el "ómnibus trágala" no se lo ha inventado la oposición, por muchas trolas que cuente Félix Bolaños, ese gran estadista de nuestro tiempo.
Obviamente, Page es mucho más sagaz y analiza los contextos como nadie, pero esta vez no ha querido sacarle punta al lapicero del sanchismo, al que, amagando mucho, casi nunca termina de meterle la puya de verdad, con la falta que nos haría. Se desgañita en esa tesis Paco Núñez, el presidente regional del PP, en su campaña diaria y voluntarista para desmontar a Page, pero de momento su voz no pasa de clamor en el desierto. Y lo infinito que aún le queda.
Quien mejor explica la hermenéutica de Page es su número dos en el PSOE de Castilla-La Mancha, Sergio Gutiérrez, el flamante reelegido secretario de Organización, que tiene perfectamente construido el relato del antisanchismo del presidente castellano-manchego y saber hacer de la necesidad virtud y jugar a todas las bandas: o sea, le da la vuelta al calcetín de la corrosiva guerra de Page con el hombre de la Moncloa y, como por arte de magia, lo convierte en el hecho positivo de que el PSOE es un partido libre y abierto a los debates y opiniones enfrentadas y García-Page el único presidente autonómico que se atreve a discrepar de su líder nacional. El más valiente del patio nacional. ¿Se enfrenta Paco Núñez a Alberto Núñez Feijóo?, pregunta Gutiérrez.
Pues eso. O sea, ejercicios acrobáticos. ¿Quién da más? Pero lleva Sergio Gutiérrez mucha razón en una cosa: Page está en su mejor momento de madurez política y personal y, después de más de treinta años de carrera y diez como presidente de Castilla-La Mancha, ha cuajado un perfil político de alto nivel, tirando a muy alto, que no hace más que darle éxitos y alegrías y le conocen ya en toda España. Su transversalidad, a izquierda, derecha y medio centro, es un lujo que tiene el PSOE regional. El relato que ha sabido armar Page, entre la realidad y la ciencia ficción, le garantiza todavía una carrera de fondo por delante, ya veremos hasta cuándo y hasta dónde, pero en Castilla-La Mancha no tiene rival. Felipe González le quiere cumbre en Ferraz y más lejos aún.
Así que lo de Page, en fin, es un realismo mágico, al estilo García Márquez, un poderoso influjo que recorre toda la tierra castellano-manchega, pero la gran maldad se la tiró el otro día Sergio Gutiérrez al bueno de Paconúñez en forma de pronóstico demoledor. Y jugando fuerte a destrozar al rival: “Núñez sabe que no va a ser nunca presidente de Castilla-La Mancha y que posiblemente no termine la legislatura siendo presidente regional del PP”. Una apuesta arriesgada de Sergio pero no se habla de otra cosa en Gilitos y el Palacio de Fuensalida. ¿Qué ha hecho Núñez para merecer esto? No lo sabemos, así que... lo dicho: una película de miedo y tahúres.