La igualdad de género es un principio fundamental para construir una sociedad justa y equitativa. Es cierto que durante siglos, los hombres y mujeres han tenido roles claramente definidos y diferenciados; pero afortunadamente en las sociedades avanzadas cada vez se reconoce más la necesidad de garantizar que todas las personas, independientemente de su género, tienen las mismas posibilidades de desarrollo personal y profesional.

Y creo que es aquí donde reside el verdadero punto de inflexión. Criminalizar al hombre no es el camino a seguir. Partir de la base de que todo lo que no sea mujer es peligroso, todas las miradas son lascivas y que el hombre tiene sólo dos neuronas, una para el sexo y otra para la cerveza, es tan desigual como los que pretenden que la igualdad reside en que la mujer cocina y el hombre se lo come. Por favor, no caigamos en posturas maniqueístas que sólo frenan el desarrollo y convierten algunas mentes en maquiavélicas.

Es cierto que tenemos que seguir trabajando, pero siempre desde el respeto a la libertad de expresión, desde el respeto a la igualdad real y no desde esa postura que no admite más discusiones que la de tu “te callas porque eres un machista”.

La igualdad bien concebida es necesaria y el trabajo futuro tiene que estar relacionado, indudablemente, con mantener una sociedad plural de respeto, no de imposición en cuotas o en tratos diferentes porque todo ello desemboca en charlotadas televisivas que conducen a la desinformación.

Hoy en día nadie se frota los ojos para ver con normalidad a mujeres en altísimos puestos de liderazgo y representación, ¡faltaría más!, pero por méritos, no por cuotas, porque eso sería reconocer que la mujer necesita de ayuda extra para alcanzar sus propósitos y eso sí es un gran dislate y disparate.

La lucha por la igualdad no se trata de enfrentar a hombres y mujeres, sino de eliminar barreras que impiden el pleno desarrollo de las personas. Es un hecho que las mujeres han tenido históricamente menos acceso a la educación, al trabajo y la toma de decisiones pero afortunadamente, los avances en materia de derechos han cambiado la situación.

Ha dejado de ser inverosímil ver a hombres y mujeres compartiendo las tareas del hogar, el cuidado de los niños o nuestros mayores y la conciliación laboral. Esto además de justo es necesario.

En definitiva, si queremos dejar de ser la sociedad que nos merecemos por tener extremismos absurdos y ridículos en materia de género, deberíamos de hacer caso a Einstein cuando dijo que "la mente es como un paracaídas, solo funciona si se abre". Y a Henry Ford al decir que “pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizás por eso haya tan pocas personas que lo practican".