Page y Sánchez, vidas paralelas
Le supongo a Pedro Sánchez un cierto sentimiento de ojeriza hacia Emiliano García-Page. Tirria fraternal de presidente a presidente. Manía interna entre socialistas. Sánchez no olvidará que Page fue uno de los promotores de su decapitación política, venida luego a menos, y ahora recrecido desde la Moncloa tendrá sus tentaciones, probablemente más en el terreno de la fantasía que en la realidad. El presidente del Gobierno mirará con distancia al Palacio de Fuensalida y tal vez se lamente de las embestidas que le gustaría promover y que su limitado poder no termina de alcanzar. Sánchez va dejando rastros y puede diseñarse su propio plan castellano-manchego de futuro, pero de momento tiene un tiempo por delante en el que el presidente de Castilla-La Mancha mantendrá su liderazgo regional en el PSOE. Las elecciones autonómicas y municipales de mayo marcarán cómo tendrán que ser los próximos años, pero ahora mismo Page es un intocable en el socialismo regional y tampoco parece que Sánchez atesore por ahora tanta fuerza como para ponerse a mover los peones autonómicos y descabalar los equilibrios actuales. No se lo permitirían: de momento el sanchismo en un sistema débil y sobrado de facturas a pagar. El PSOE entero lo sabe.
García-Page, por su parte, vive a día de hoy tranquilo en su fortaleza castellano-manchega. No tiene serias amenazas a la vista y mira al mes de mayo con la incertidumbre propia de las urnas pero con cierta seguridad en sí mismo y una irónica sonrisa que evidencia su pizca de altanería y su chispa de control total del mundo alrededor. El suyo es un castillo de naipes, como todos en política, pero Page se siente muy seguro dentro y ni Sánchez ni nadie le genera inquietudes de las que tenga que ocuparse especialmente en los meses inmediatos. El entorno del presidente socialista de Castilla-La Mancha está convencido de volver a gobernar después de mayo y en ese caso las ganas que pueda tenerle Pedro Sánchez tendrá que guardárselas para mejor ocasión. Page puede, mientras tanto, permitirse el lujo de llegar más lejos que Sánchez y los suyos contra los independentistas o sentirse pública y abiertamente decepcionado con el Gobierno de su propio partido, aireando discurso particular y diferencias que le dan votos, caché y personalidad significada en Castilla-La Mancha. A García-Page la mirada montuna de Sánchez me parece a mí que se la trae un poco al fresco, sin perder nunca de vista la relatividad de la vida y el desasosiego que genera cada paso adelante.
Así las cosas, este sagaz y experimentado Page tan de la escuela de Pepe Bono se ocupa preferentemente de cuidar el terruño y darle seguridad al rancho castellano-manchego, que es la mejor manera de mantener el poder y el cariño y no depender de nadie, aunque viva en la Moncloa y tenga cara de pocos amigos. El presidente de Castilla-La Mancha va evidentemente a lo suyito y sabrá manejarse en la región con el talento de siempre, ahora casi mejor aún con Sánchez bien enfrente: ganando en carácter y agenda propia. Las vidas de estos dos políticos corren hoy paralelas, no porque tengan poco o mucho en común, sino porque no se tocan. Ni quieren.