Emiliano García-Page, sin hacer una campaña espectacular y a ratos a medio gas, ha demostrado un liderazgo político y social en Castilla-La Mancha y una contundencia electoral que muchos no se esperaban, pero que ha venido a recordarnos que el PSOE es una máquina perfecta capaz de arrasar en nuestra región y quedarse con casi todo. Una vez más. Vuelven los tiempos en los que Pepe Bono goleaba sin despeinarse y está claro que Page ha dejado de ser su alumno más aventajado para convertirse en un maestro de la política autonómica y en un presidente con gran perfil: su mayoría absoluta en Castilla-La Mancha en estos tiempos en los que sale tan caro meter tantos goles es una demostración de que, más allá del PSOE de Pedro Sánchez, Page tiene pulsión y vida propia entre los castellano-manchegos y que su liderazgo va mucho más allá de la oleada socialista que está arrasando España, salvo en Madrid como se ve.
La merienda de Page ha sido absoluta en Castilla-La Mancha, a la derecha pero sobre todo a la izquierda. Un Paco Núñez voluntarista e impulsivo, con mucha juventud y ganas, no ha conseguido un triunfo que era tan difícil como improbable pero que había generado cierta ilusión en las filas del PP castellano-manchego. Su fragmentación con la entrada de Ciudadanos en las Cortes regionales y la pérdida de votos por la vía de Vox, han mermado significativamente a los populares, pero sobre todo parece que una parte del electorado centrista de la región se ha inclinado por Page, desangrando aún más a un Partido Popular que se ha dejado muchos votos por el camino. Apuntemos el nombre de Paco Núñez para el futuro.
Pero sobre todo Page ha barrido por la izquierda y ha dejado a sus socios de Podemos fuera de todo su sitio en la comunidad castellano-manchega. El lidercito podemita José García Molina, aupado a la vicepresidencia de la Junta para servir a los intereses de Page y el PSOE, ha repetido la clásica historia de la izquierda castellano-manchega, que de tanto ejercer de muletilla socialista cuando el socialismo lo ha necesitado ha terminado por morir en su propia salsa, abducido por un Page que se las sabe todas y es cien mil veces más listo que cualquiera de este sector que se les ponga por delante. Page se ha merendado absolutamente a García Molina, Molina III como le llama ya en plenitud completa mi buen amigo López Gayarre, un hombre puesto al servicio del PSOE y de sí mismo cuyo electorado ha decidido votar al original y no a la copia dócil y de moqueta oficial. Para qué andarse con sucedáneos.
Page ya era un político muy astuto e inteligente en Castilla-La Mancha, lleva muchos años siéndolo, pero ahora ha dado un notable salto tanto en su partido como en la comunidad autónoma. Su liderazgo ha sido amplio, sólido, notable y va a gobernar como lo hacía Bono en sus mejores tiempos, con una mayoría absoluta que le permitirá incluso el lujo de cederle a la oposición, si quiere, algún amago de consensos y pactos globales. Page no es el sanchismo, ni quiere serlo, aunque tal vez pueda ser incluso su alternativa si la cosa algún día se pusiera a tiro. Veremos. O no.