España está atribulada, pero es el momento de la resistencia. Son días de pena pero de lucha. Toca ánimo y fortaleza. Unidad y esperanza. Sobre todo esperanza, que es una de las palabras más hermosas del mundo. Estamos acojonados, la aflicción está con nosotros en estas horas difíciles, pero no es el momento de naufragar, sino de sujetar con fuerza el timón y mantener el rumbo. Este Titanic no se va a hundir. No es la hora de ajustar cuentas, ni de indignarse. Eso ya llegará, si llega. Ahora es el momento de luchar y resistir, de infundir alegría y fuerza alrededor, de plantarle la cara a este enorme desafío y no dejar de dar la batalla. Habrá tiempo de enfadarse, si acaso, pero ahora mismo, en estos días de pena y congoja, lo que toca es querernos, respetarnos y ser solidarios. Mantener la calma y hacer lo correcto. Tirar todos a una. Es tiempo de amarse y no empeorar las cosas. Tiempo de prestar nuestra libertad por un bien mayor, hora de encontrar la belleza y lo mejor de nosotros mismos. Mantener la elegancia en estos momentos es un intrincado pero gran objetivo.
España está asustada, pero es el momento de la valentía. Cuánto nos ayudaría ahora un himno con letra de grandeza y unidad nacional, una bandera querida y sentida por todos. Qué lástima que no sea así. Qué lástima de esta España a medias. Qué bien nos vendría ahora salir al balcón y cantar la misma y hermosa canción entre todos, surcar el cielo con los colores de la bandera y emocionarnos, y sonreír, y sentir la seguridad de que esta nueva batalla también la vamos a ganar. Pero hemos de librar igualmente ese combate, uno dentro del otro, aunque estamos preparados para ello. Debemos estarlo. Se nos presenta ahora una gran oportunidad también para aprender esta lección y sacarnos de encima el gigantesco complejo que nos impide querernos un poco más a nosotros mismos. Y entender que esta comunión que nos falta es un elemento esencial de futuro en los peores momentos. En estos de ahora y en los que vendrán más adelante. Siempre vienen, la vida es así. Eso la hace más desgarradora, pero también más bella.
España, en fin, está acojonada, pero de pie. El miedo es una condición necesaria para sortear el peligro, pero no hasta el punto de dejarnos paralizados, así que ahora toca ajustar el enfoque para enfrentarse a esta realidad y sentir toda la fuerza individual y colectiva que llevamos dentro para dar esta gran batalla. Son horas de tribulaciones pero que nadie decaiga en la tristeza o la desesperanza, porque ahora es el día de combatir y estar serenos y comprobar cada mañana, desde las ventanas y los balcones, que el sol ha vuelto a salir y que volveremos a darnos abrazos y besos. Y sentirnos tan cerca, resucitar nuestra vida y nuestro modo de entenderla. Nos echamos de menos a nosotros mismos, pero muy pronto volveremos a reencontrarnos.