Ya brilla el paisano Carlos Maldonado en el Olimpo estrellado de la gastronomía y a mí con esta gran noticia me ha entrado la alegría. Un talaverano sencillo y devoto en la constelación de las Estrellas Michelín: no sólo se veía venir que esa escalera conducía al cielo de los gigantes sino que, además, este formidable temblor culinario es un acto de justicia y un premio al esfuerzo y la naturalidad. A la fe y el talento. A la vida sencilla y la voluntad de un chaval de barrio que siempre creyó en sí mismo y que un buen día cualquiera encontró el camino y se lanzó a por él con todas las ganas del mundo. Y toda la pasión, que es la gran clave de casi todo en la vida: pasión, calor, empeño, sacrificio, la sacudida ineludible del corazón hacia un horizonte que te marca para siempre. Carlos Maldonado encontró la luz de la cocina y el volcán que lleva dentro ha estallado en mil colores y una estrella. La primera, ojalá, de un largo viaje de éxitos y felicidades.
La vida, es verdad, tiene un componente de fortuna que es invariable y esencial, que irrumpe con una fuerza arrolladora sin pedir permiso y ajeno a todas las circunstancias, pero ya sabemos también que el camino se hace al andar, que la suerte hay que buscarla incluso desde el arrebato y la vehemencia, y que las ocasiones se agarran con el alma. Con el alma y con el fuego, sobre todo si uno ha sentido las efervescencias de la ilusión, el flechazo efusivo e inevitable que marca un rumbo que ya no se puede abandonar. El horizonte de los sueños. Supongo que Carlos Maldonado, que según ha confesado anduvo un poco despistado por el mundo, vio encenderse un día esa chispa y, a partir de ahí, tal vez ya todo fue cuestión de creer en uno mismo y ponerle la inteligencia, el entusiasmo y la osadía que ya llevaba dentro para rodar un camino, primero de orgullo y propia satisfacción, y después de éxito y encuentro con los demás. En ese cabotaje nació “Raíces” y ahí demostró además Carlos Maldonado su profunda militancia talaverana y el amor a su tierra y su familia. Por eso esta primera Estrella Michelín también es de Talavera, maltratada y orgullosa Talavera que tiene a este imaginativo joven cocinero como un hijo predilecto que ahora se ha hecho más grande y más universal y aún más querido y reconocido. Un chef en la gloria. La estrella más nueva y luminosa en ese cielo infinito en el que se ha convertido la cocina.
Así que la felicidad es completa al recibir esta noticia celestial y adivinar que esta primera estrella tal vez guarde el secreto del futuro y sea la luz, aún más encendida, que mantenga el rumbo de Carlos Maldonado, ese chaval talaverano, simpaticón, abierto y peculiar, osado y un punto rebelde, que ahora se ha hecho feliz a sí mismo y a la gente que tiene alrededor. Y también a toda una ciudad que se siente reflejada y orgullosa en su naturaleza combativa y trabajadora. Inconformista, humilde, que todo tiene que ganarlo por sí misma. Enhorabuena, Carlos, y gracias por esta alegría que nos das y esta pasión y esta luz tan bonita.