No tiene la arrolladora personalidad política de Pepe Bono, ni su voracidad, ni su perfil taimado y camaleónico, siempre entre la rusticidad impostada y los empujones de su corazón couché, pero Emiliano García-Page es posiblemente el político que mejor ha entendido a Castilla-La Mancha en los últimos cuarenta años y el que ha conducido su carrera de una forma más directa y transparente, con los horizontes siempre bien abiertos y despejados. A Bono le tocó construir Castilla-La Mancha y no supo hacerlo sin confundirla consigo mismo y con sus intereses políticos y clientelares, ajustando los tiempos de la región al guante de sus ambiciones, y a Page, años después, le ha tocado recoger todas las herencias anteriores, las buenas y las malas, y avanzar la sociedad castellano-manchega hacia un perfil moderno que nunca termina de llegar, achacoso siempre y al ralentí, pero que, poco a poco, se va identificando con la gente y termina pareciéndose a ella. Eso de confundirse con el medio ambiente lo aprendió Page de Bono y ha sabido mejorarlo, incluso en medio de la horrible crisis del Covid, por mucho que algunos aspectos de su gestión sean manifiestamente mejorables y esta región que es Castilla-La Mancha siga haciendo equilibrios bajo un suelo de arenas movedizas.
A Page se le votará o no, se le tendrá mayor o menor aprecio político, y hasta se le puede acusar de haber construido una cortina de humo en torno a su enorme maquinaria de poder, ese difícil equilibrio entre la gestión real y la propaganda, pero no se pueden negar tres cosas: que es políticamente sensato y coherente, que se le entiende todo lo que dice y que, a derechas e izquierdas, la gente de Castilla-La Mancha lo identifica plenamente con la comunidad, se siente representada por él y respeta lo que eso significa, sea de los suyos o no. Ese perfil de Page es el que ha intentado sin éxito destruir la oposición y no creo que vaya a conseguirlo tampoco en los próximos años. Page se ha creado una imagen de sí mismo y lo ha hecho por encima del PSOE, sobreponiéndose a Pedro Sánchez y a todas sus derivas, y logrando una personalidad política nítidamente definida a imagen y semejanza de la sociedad castellano-manchega y viceversa: Page tiene marca propia. A Pepe Bono siempre se le vieron de lejos sus intenciones de “cruzar el Tajo” y tener vidas paralelas en las revistas de colorines y los altos salones del poder, pero Page, aunque lo haya intentado o vuelva a hacerlo en el futuro, ha sabido establecer una conexión con la región que siempre le valdrá para ser reconocido como “uno de los nuestros”. Esa naturaleza, que nunca tuvo Bono, le hace a Page políticamente más puro, más verdadero y más identificable a los ojos de muchos castellano-manchegos. Le voten o no, que eso es otra cosa.
Escucho todo tipo de opiniones, pero personalmente veo a Page fuerte y con mucho futuro político por delante. Ya veremos. Lleva un último año malo, tirando a muy malo, en lo personal y en lo institucional, con episodios dolorosos y decisiones complicadas, pero políticamente es puro nervio de fortaleza y sagacidad. Ni Sánchez podrá con él. Sus rivales tendrán que trabajar mucho si quieren derribar su mayoría absoluta y su poder, un notable sobreesfuerzo de imaginación y de talento: llegado el momento lo previsible es que Page tenga intactas sus opciones y pueda decidir los caminos a tomar. Creo que ya lo ha demostrado: políticamente es un pura sangre.