Mayo se ha levantado rebelde y ventisquero y le ha pegado un rabotazo a la Moncloa, por aquello de ciscarse con el poder. Isabel Díaz Ayuso ha instalado su imperio en Madrid, bullanguero y a la contra, y esa mariposilla alegre ha provocado un tsunami en el otro lado del tablero, el que representan Pedro Sánchez y todos los amiguitos que soportan su Gobierno, que desde el 4 de mayo tiene un aura triste y vulnerable provocado por el atolondramiento general del nuevo tiempo que se abre. El aire viene renovado y azul primavera. La política española está cambiando el paso y el carril de la izquierda se ha llenado de pronto de tormentas de granizo que han destrozado a Sánchez tantos trajes a medida, y tal vez sea necesario volver de nuevo al sastre o buscarse otro modisto con los pies más en el suelo. Ayuso es la estrella cuya luz brillante nadie vio llegar y la perplejidad de Sánchez, multiplicada al infinito, le ha metido en vena una doble vacuna de realidad, contra la que hasta ahora parecía un intocable encerrado en su palacio. La calle le ha dado el primer aviso.
Así las cosas, el poder anda noqueado. La lideresa madrileña ha mandado a Sánchez al rincón de pensar y allí es probable que el líder socialista vaya a tener mucha tarea. El trío calavera que ha sido el círculo de ciega encapsulación del presidente del Gobierno, ese entramado de oscuridad, mentira y manipulación que forman Iván Redondo, Pablo Iglesias y José Félix Tezanos, ha precipitado a Sánchez por los abismos de la radicalidad y la confrontación entre españoles, resucitando lo peor de nuestra historia colectiva y el negro viento cainita que anda escondido en nuestros corazones. El odio, mal asunto. Por ese camino Sánchez sólo puede llegar al precipicio porque lo que quiere España es vivir en paz, trabajar y darle margen a la vida y la libertad, como ha demostrado Ayuso en Madrid. Lo contrario, ese nefasto camino guerracivilista y la perversión obscena del lenguaje y de la verdad que tan abiertamente representan Iglesias y su círculo, es una mala idea para el PSOE, y yo deseo que este partido histórico abandone la ruta tóxica del podemismo y vuelva a la democracia y el respeto del otro, tan en decadencia en su actual modelo sanchista. El viaje impostado del rencor de Pablo Iglesias, infame terminator de andar por casa a la caza de "fascistas" invisibles, no está haciendo ningún bien a los socialistas, tierras movedizas sobre las que Sánchez tendrá que hacer alguna reflexión, aunque sea empujado por Ayuso y lo mucho que su victoria significa.
La profundidad de lo ocurrido el 4 de mayo en Madrid es un campo abierto de enseñanzas. También será una cadena de consecuencias. El fenómeno Ayuso no es una corriente epidérmica, sino todo lo contrario, y ha demostrado que la política española necesita entrar en un camino nuevo, salir urgentemente de la batalla y el sectarismo actual: Sánchez tiene todavía una posición de privilegio para conducir la etapa que viene por delante, él sabrá. Puede optar por ser un líder y actuar con integridad y patriotismo o mantener la errática y menguante vía del extremismo y la división en su alicorto objetivo de mantenerse "como sea" en el poder. El momento político, económico y social de España es de mucha gravedad y necesita líderes a la altura de las circunstancias. Líderes que lo sean de verdad. Sánchez aún tendrá que demostrar que es uno de ellos. Tiempo tiene: de lo contrario, pasemos a otra cosa.