Pedro Sánchez y el PSOE se la están jugando con los indultos a los presos independentistas. Cuidado con el caso, es un asunto de fondo. El sanchismo puede naufragar en esta embestida y provocar el hundimiento del Titanic socialista, convertido estos días en un hervidero de indignación y perplejidad, y no es para menos. La parte se come al todo, Sánchez apuesta a una carta su futuro político. La franquicia del poder “como sea” que tiene montada el presidente del Gobierno con Iván Redondo, cada más más visible, cada día más torpe y más desnuda, es un envite de alto riesgo en el que anda España en juego, y con ella la dignidad y la unidad nacional, el orgullo y el rechazo a un líder al que se le empiezan a ver las costuras por todas partes. Sánchez está perdiendo el pulso a la calle y ya parece más un agitador que un presidente. Tal vez nunca fue otra cosa. Jamás tuvo madera de líder de verdad, pero parece haber empezado a perderse el respeto político a sí mismo, y ese es el síntoma de una grave enfermedad que se ha instalado en la Moncloa. Primavera turbulenta. La verdad ha desaparecido del discurso y la imagen del poder y Sánchez ya no tiene fuste. Lo está viendo toda España: cómo se arruga, cómo se somete, cómo busca sólo su supervivencia.
El contexto político es sutil y delicado, puede explosionar para el sanchismo y llevarse buena parte del poder del PSOE por delante. El momento es crítico. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que tiene alma socialdemócrata y sólo se muestra radical en su defensa de los valores constitucionales cuando se trata de España, ha ofrecido este jueves una de sus declaraciones políticas tal vez más importantes de los últimos años: alto y claro, directo, llano, comprensible para todos y sin ningún tipo de ambigüedad. Es lo que hay que hacer cuando se trata de España y de los españoles. No hay en el discurso de Page posibilidad de interpretaciones erróneas ni confusión alguna en sus palabras, y eso demuestra que tiene clara la idea de España, que el PSOE clásico no ha muerto del todo y que ni el sanchismo ni nadie están por encima de un partido que siempre ha sido de Estado en la España democrática, y que está decayendo en la insignificancia ideológica y moral. El aldabonazo de Page ha sido la clave política del día y es un mensaje de profundidad: los indultos a los presos independentistas son inaceptables y llevan el sello de la desgracia para España, uno de los más graves errores que se podrían cometer para la democracia española. Page se ha expresado “de todo corazón, con toda mi alma y con toda mi fuerza” y lo ha hecho en la misma línea que este miércoles lo hicieron el Tribunal Supremo por un lado y Felipe González por otro, aunque en el caso del expresidente se echara de menos un lenguaje menos correoso y opaco. Hay vida socialista más allá de la locura.
Creo honestamente que Page ha estado hoy a la altura de las circunstancias y ha dicho lo que tenía que decir. Y cómo había que decirlo: claro como el agua clara. Y lo ha hecho como presidente de Castilla-La Mancha, como líder socialista y como una creciente referencia ética y política en el socialismo más sensato que todavía queda dentro del PSOE. Podría haber jugado al circunloquio y la ambigüedad, pero ha optado por dejar su posición muy asentada sin que nadie pueda llevarse a engaño. No hay nada equívoco, y eso en la política española de hoy en día, tan empantanada y engañosa, de calidad tan minimalista, es muy admirable. Aparte de eso, el presidente castellano-manchego conoce el suelo que pisa y tiene plena conciencia de que en este tsunami también está en juego su parcela y su poder. El resultado final de todo ello ha salido este jueves a la luz: el mejor Page posible con la firmeza y la rotundidad que pocas veces le hemos visto.