La editorial Renacimiento en su colección Espuela de Plata recuperó hace unos meses 'El asesinato del fuerte Medbury', una novela de uno de los pioneros de lo que se dio en llamar, novela de misterio, de intriga, criminal o policiaca, y que a partir de los años treinta del siglo pasado cuando el cine encontraría una veta popular en el género, pasaría a denominarse novela negra. Los grandes clásicos de aquellos años fueron Raymond Chandler y Dashiel Hammet que aportarían a esos relatos una marcada crítica social que sería adoptada como una de sus características principales. Después vendrían las novelas de pura intriga de Agatha Christie, sobre la base de la pura resolución por el lector del crimen planteado, o las de Georges Simenon, en las que las descripciones del ambiente y la mimetización del comisario Maigret con el pensamiento del criminal son la regla. Después han venido decenas de escritores que de una u otra forma han seguido las reglas del género componiendo sus relatos con la combinación en mayor o menor grado de los ingredientes marcados por estos clásicos. El sexo, las pasiones, la psicología, los instintos o el medio social, aparecen en los escritores que hoy como ayer venden miles de ejemplares a los muchos aficionados a este tipo de literatura. El lector pocas veces queda defraudado. El puro entretenimiento, la crítica social o la descripción de las pasiones humanas no falta casi nunca en ninguna de ellas. Cada época tiene su modelo de novela negra. Actualmente la escuela nórdica parece marcar la pauta.

Pero desde el momento de su aparición como literatura de consumo popular, muchas cosas han cambiado. Las novelas de estos pioneros, como Edgar Wallace, que también fuera el guionista de King-Kong, o de George Limmnelius (pseudónimo de Lewis George Robinson) son novelas que no tienen el ritmo trepidante que hoy se exige en cada página a la nueva novela negra y carecen también de algunos de esos ingredientes que a lo largo de más de un siglo se han ido añadiendo a ellas y que hoy se consideran fundamentales en una buena novela de la serie negra. El lector de hoy quizá se sienta defraudado por esa falta y halle en las descripciones de ambientes y de los personajes que desfilan lo esencial de unas narraciones que difícilmente pueden sorprender a alguien acostumbrado a recibir las combinaciones de elementos dispares que hoy triunfan.

De todas maneras el aficionado al género siempre encontrará en las narraciones de estos pioneros una buena excusa para comparar con lo que hoy triunfa y unas horas de lectura sin más pretensiones. Al fin y al cabo entretener sin más es la primera cualidad de cualquier libro.

George Limnelius. El asesinato del fuerte Médbury. Prólogo de Antonio González Lejárraga. Editorial Renacimiento. Espuela de Plata, 2018. 324 páginas. 19,90€.

Edward Wallace. El misterio de la vela doblada. Brigada móvil. Ediciones populares originales a precios asequibles en librerías de viejo en internet.