Si hay un escritor que haya podido escribir sobre el amor por propia experiencia ese es Lope de Vega. Toda su vida fue un continuo afán amoroso: “Tenía Lope de Vega unos 22 años, cuando conoció a Elena Osorio, actriz, joven y madrileña como él. Se enamoró a fondo y luego riñó con ella, tan pública y escandalosamente que fue encarcelado y desterrado de la corte por calumnias. A los 69 años, con 16 de ordenación y ejercicio sacerdotal a las espaldas, Lope vió morir, después de una larga enfermedad, a su última amante, Marta de Nevares, una mujer de rara belleza. Entre Elena y Marta vienen Isabel de Urbina, Juana de Guardo y Micaela de Luján, además de otros amores más duraderos como los que suscitaron María de Aragón, Antonia Trillo o Jerónima de Burgos.
Si el amor recorre la vida entera de Lope, también lo hace con su obra, poblada de Filis, Belisas, Lucindas y Amarilis, trasposición poética de sus amantes como Belardo es la sublimación poética del propio Lope que también está tras los Muza, los Gazules y los Lucindos de la juventud y la primera madurez hasta Fernando, Don Bela y Tomé de Burguillos –también Gerarda- de las últimas obras".
Así comienza José María Marco este exhaustivo estudio sobre el amor en la obra de Lope de Vega en el que repasa, obra a obra, amante o esposa mediante, todas las gradaciones del “impulso que permite la perpetuación de la vida”. Porque “En Lope todo empieza siempre en el impulso erótico, incluido el amor más depurado y desprendido… Dotado como muy pocos para la invención verbal, Lope recrea en múltiples ocasiones la voluptuosidad pura. No hay equívoco alguno en cuanto al papel de la belleza que se nos impone como el acicate que las naturaleza nos coloca para conseguir sus propios fines.
Esa belleza, en el amor. Tiene siempre un nombre. Filis, amarilis, Lucinda… las mujeres son el centro en torno al cual gravita todo el resto del mundo. Nada es más importante, nada más serio que las mujeres, siempre individualizadas…”
Y así, el amor selvático, el amor de la vida sin ley, el morisco de los romances y las historias de la frontera, el pastoril de la Arcadia donde el pastor Belardo sufre de celos, el amor trágico, el erotismo, la imaginación amorosa, el deseo, el amor familiar, el arte de amar… hasta llegar al amor como la base de la armonía universal y el metafísico amor de Dios, fundamento de la libertad del ser humano; porque no hay que olvidar que el Lope enamorado por encima de cualquier norma, también es un profundo creyente.
Son catorce capítulos en los que José María Marco despliega su profundo conocimiento de la inabarcable obra de Lope y del sentimiento y la pasión que movió su vida.