Las relaciones entre Agustí Calvet “Gaziel” (SanFeliu de Guíxols, 1887 – Barcelona, 1964) y Josep Pla (Palafrugell, 1897 – Llofriu, 1981) no siempre fueron amistosas. Como nos cuenta Manuel Llanas en el prólogo a esta colección de cartas, hasta el comienzo de la Guerra Civil vivieron en el distanciamiento, la rivalidad y los celos profesionales. Es verdad, que a pesar de los ataques frecuentes de Pla, Gaziel pasó olímpicamente de contestarle. Los diez años que le llevaba en la vida y en la profesión le ponían muy por encima del joven que comenzaba a dar sus primeros pasos. Ahí va uno de esos ataques:

“El artículo de Gaziel sobre el poeta Carner es de una falta de cordialidad, respira un deseo tan evidente de rebajar a la persona y a la obra de Carner, contiene un envidia tan natural y tan grotesca, que el artículo es una indignidad. (…) Gaziel se ha pasado la vida hablando del provincianismo de Cataluña y de los defectos del país, y ha olvidado siempre que él es el primer provinciano de la Ram, el más espeso, el mayor tiralevitas y el más representativo. (…)

Gaziel es uno de los puntales de La Vanguardia, forma parte, por tanto, de la gran obra encaminada a convertir Cataluña en un país de asnos, sin la más mínima necesidad espiritual ni material. (…)

Y bien: de la pandilla primera destaca una buena persona, el señor Gaziel, periodista aburrido, intelectual nulo, oficial y profesoral sin tener nada detrás…”

A este ataque, Gaziel dijo, de una manera genérica “que muchos de los que le atacaban habían pretendido sin éxito trabajar en La Vanguardia.”

Sin embargo tras la guerra se producirá un cambio radical que unirá a los dos y llevará a Pla a hacer ese retrato, que no aparece en el original del Cuaderno Gris y que parece querer borrar aquella rivalidad en un apunte del 30 de diciembre de 1918. En él, como en tantas cosas del falso diario que es la obra maestra de Pla, aparece un Gaziel muy distinto en la apreciación de Pla de lo que en aquel momento era en realidad:

“Los diarios. Mientras duró la guerra, fueron leídos especialmente dos periodistas: Gaziel, Agustí Calvet, que fue corresponsal de La Vanguardia en París, y Domínguez Rodiño, enviado por el mismo diario por influencia de don Ángel Guimeráa Berlín. Estos dos hombres llegaron a tener una inmensa popularidad y cuando, en Barcelona entraban en una camisería a encargarse camisas, lo tenían todo pagado. Calvet, ampurdanés afrancesado, finísimo, ponderado, de una socarronería académica, ha escrito crónicas magníficas. El ideal, cuando hay guerra son los corresponsales poco guerreros.”

Manuel Llanas señala una de las claves del acercamiento inicial: “Los dos formaban parte del núcleo de escritores y periodistas que, durante la contienda bélica (Guerra Civil), vivían sostenidos por Françesc Cambó, que, en contrapartida –y por medio especialmente de Joan Estelrich-, les encargaba diversas actividades intelectuales – como era la redacción de libros firmados por otros-, les exigía la firma de un manifiesto de adhesión a los militares insurrectos –caso de Gaziel- o les confiaba tareas de espionaje – caso de Pla, o de Carles Sentís.”

Luego a lo largo de los años vendrá el reconocimiento mutuo y la profunda amistad que se refleja en este conjunto de cartas. Gaziel en el año 1953 escribe a Pla:

“Estoy contento de que le haya agradado. Por encima de nuestras diferencias de temperamento y de vida –que son cosas secundarias, como las manera de caminar y los caminos- pienso que usted y yo tenemos afinidades básicas, esenciales, en las finalidades –que son el termino de la andadura.

Por ejemplo: usted y yo somos auténticamente catalanes, idénticos de aquel mismo terreno de donde salió nuestro gran Muntaner de Peralada. Somos además, racionalistas, realistas, liberales, tolerantes, comprensivos: enemigos instintivos de todas las nigromancias que entenebrecen el espíritu de los hombres y oscurecen el mundo. Si pudiésemos en una buena charla, enumerar una a una, todas estas plagas, estoy seguro que también coincidiríamos plenamente en señalar cuáles son.

Además. Usted y yo siempre hemos sido sinceros e independientes –todo lo humanamente que nos ha sido posible- de cara a nuestro público. Nunca hemos explotado los ideales a los que hemos servido en nuestro provecho personal, sino más bien al contrario: a menudo nuestro desinterés y nuestra felicidad han sido perjudicados.

No hemos recibido nunca cargos ni honores, ni de nuestro afines, ni de los que recogían las cerezas que nosotros contribuíamos evidentemente a cosechar. Y ahora, sobre todo después del gran desastre colectivo –catalán e hispánico-, cuando tanta gente ha cambiado o intenta cambiar de camisa sea como sea (y muchos lo hacen admirablemente, con extraordinario provecho), nosotros seguimos siendo lo que éramos, a pesar del infortunio, a pesar de la persecución: pobretones y alegres, como decía Emilio Vilanova –usted en la fecunda soledad del Mas Pla, yo en este silencio y este desierto de Madrid.”

Son cincuenta y ocho cartas, de las que solo son de Pla, siete, por lo que parece debido a que en la documentación que Gaziel dejó al morir a la Biblioteca de Cataluña hay una falta generalizada de cartas recibidas de sus diversos corresponsales. Las veintiocho primeras abarcan los años 1941-1956, las restantes 1957-1964, año de la muerte de Gaziel con una última escrita apenas dos semanas antes de su fallecimiento.

Además se incluyen siete apéndices entre los que destaca la información sobre la historia de La Vanguardia y la familia Godó que Gaziel redactó a petición de Pla y que le serviría a este último para redactar el Homenots correspondiente y que no vería la luz hasta 1975, ya que Josep MaríaCruzet, el editor de Pla en Selecta consideró que los Godó no se lo perdonarían nunca.

Muy recomendable para planianos, periodistas en general y estudiosos de la posguerra.

Gaziel y Josep Pla. Estimat amic. Correspondència (1941-1964). Epistolari 1941-1964 i textos complementaris. Ediçió de Manuel Llamas. Ediciones Destino, 2018. 266 páginas. 18,50.