Tzvetan Todorov(Sofía, Bulgaria, 1939- París, 2017) dedicó gran parte de su labor filosófica e intelectual al análisis y la interpretación de las sociedades en las que le tocó vivir. Sus trabajos sobre el totalitarismo contienen las claves de lo que fueron las dictaduras del Este europeo tras la II Guerra Mundial. Así ocurre en La experiencia totalitaria o en Memoria del mal, tentación del bien. Pero su campo de acción no se limitó nunca y buena prueba de ello son sus estudios sobre Historia del Arte y especialmente en la pintura, como reflejo de los cambios profundos de pensamiento y valores en distintas sociedades a lo largo del tiempo. Así es la manera en la que aborda la vida y la obra de Francisco de Goya y Lucientes como un hombre de su tiempo y “a la sombra de las luces”; una mirada y una interpretación que revaloriza ante todo el pensamiento del pintor y los aportes revolucionarios de su obra para las generaciones de artistas posteriores. Todorov, además de considerarlo un artista tras el cual nada será igual en el mundo de la pintura, no tiene ningún reparo en afirmar que “es también uno de los pensadores más profundos, al mismo nivel que su contemporáneo Goethe, por ejemplo, o que Dostoyevsky, cincuenta años después.”
La principal aportación de Todorov a la comprensión del mundo de Goya es considerar los dos planos, el público y el privado, en el que discurriría su vida artística a partir de la primera enfermedad que padecería y de la que saldría arrastrando una sordera para toda la vida:
“El acontecimiento decisivo en la evolución de Goya es su decisión de dividir en dos su creación, de aceptar la escisión entre arte público y arte privado, un desdoblamiento totalmente inédito antes de él. En uno de sus caminos sigue pintando según el canon que admite la sociedad de su tiempo y ganando dinero gracias a sus obras; en el otro, sigue investigando sin preocuparle lo más mínimo de la opinión pública.”
Como todo el mundo sabe, la gran mayoría de sus series, como los caprichos, los disparates o los desastres de la guerra, están formados por dibujos que nunca fueron dados a conocer públicamente en vida del pintor o que cuando los dio a conocer lo hizo en unos círculos muy cerrados y a unas personas muy limitadas. Sobre ese conjunto gravita lo principal del libro de Todorov y de ellos extrae la esencia de su pensamiento. Un pensamiento que bebe en las fuentes de la ilustración de su tiempo pero que es de una honestidad y una radicalidad difícil de encontrar entre sus contemporáneos. Así, cuando ante el dilema de mostrar solo los grabados de los desastres de la guerra, de sentido patriótico y ocultar todos aquellos con sus fatales consecuencias, como la represión posterior, “Renuncia a las satisfacciones a su amor propio que habría podido proporcionarle la difusión parcial de los grabados, por no hablar de los beneficios materiales. Una honestidad tan radical y semejante valentía son excepcionales.”
Y es que, como concluye Todorov, la radicalidad de la obra que el pintor construye solo para sí mismo, como ocurre también con las pinturas de La quinta del Sordo, encuentran su punto de partida en esta amarga constatación: sean cuales sean los ideales que se profesen no impiden que se mate y se torture. Los partidarios de los valores republicanos no son mejores que los defensores fanáticos de la patria y de las tradiciones. Si tuviéramos que encontrar a precursores de Goya en éste ámbito, serían más bien los grandes dramaturgos y novelistas del pasado que fueron conscientes de esta dimensión trágica de la condición humana."
Y como esa conclusión de Todorov, otras muchas a lo largo del libro, que confieren a esta obra el valor de una mirada incisiva que nos ayuda a mirar con otros ojos toda la obra del genio de Fuendetodos. Aún aprendo, que diría don Francisco.
Tzvan Todorov. Goya. A la sombra de las luces. Traducción de Noemí Sobregués. Prólogo de José María Ridao. Editorial Galaxia Gutemberg, 2011. 254 páginas