Tras "El guardian entre el centeno" y la biografía de J. D. Salinger de David Shields y Shane Salerno, he emprendido la relectura de toda su obra, que en español se reduce, además de la citada, a "Nueve cuentos", "Franny y Zooey" y "Levantad carpinteros la viga del tejado y Seymour: una introducción", y lo he hecho siguiendo el orden de publicación de las tres obras.
En "Franny", el diminutivo de Frances, la menor de la familia Glass, aparece como una universitaria de veinte años obsesionada con "El peregrino ruso", que pasa una crisis. Su hermano Zooey(Zachary Glass), cinco años mayor y actor profesional, tratará por todos los medios de arrancar a su hermana de la crisis espiritual que la tiene sumida en el desconcierto y ello me lleva a volver sobre una obra que algún día hace años encontré por casualidad.
“Strannik”, “El peregrino ruso” es un libro de autor anónimo de la segunda mitad del siglo XIX considerado como “una obra clásica de la espiritualidad oriental”. Augusto Guerra, que lo ha estudiado a fondo, escribe una magnífica introducción y cree que todas las pistas llevan a un monje del monte Athos o del monasterio ruso de Optina. Todo apunta a que fue publicado por primera vez hacia 1865 y con el tiempo se le han ido agregando diversos textos que aparecen en esta séptima edición de Editorial de Espiritualidad de 1987, en traducción española de Urbano Barrientos, que cayó en mis manos. Ahora, tengo la 12ª edición de 2005.
Uno tiende a enlazar lecturas y de la misma forma que vuelvo a él con Salinger de la mano, la primera lectura tuvo su antecedente en el libro de viajes que ya comenté en este blog hace tiempo, "Desde el monte Santo", de William Dalrimple, de ediciones RBA, un recorrido temático por lo que fueron las iglesias cristianas primitivas en Oriente Próximo, desde Grecia a la cuna del cristianismo. Su inspiración era un periplo realizado por el monje Juan Mosco y su discípulo Sofronio a finales del siglo VI, del que por desgracia no sé nada más que lo que Dalrymple dice. Algún lector me ha preguntado por él y no le he podido contestar más. Entonces, buscando algo parecido me acerco a esta lectura que es pura espiritualidad rusa.
En la introducción de "Guerra" se puede leer: "…de una ausencia casi total del mundo oriental en nuestro mundo occidental hemos pasado casi a una invasión. El mundo cultural de Oriente se ha hecho presente, sobre todo, a través del yoga y del zen, que actualizan no solamente, unos métodos, sino también – y a veces instintivamente- unas doctrinas antes casi desconocidas: el hinduismo, el budismo…". Algo que es fácilmente trasladable al ámbito de la tradición teológica cristiana oriental que se presenta "más viva y menos legalista que la escolástica occidental"… "los occidentales habían ido haciéndose cada vez más polémicos y apologistas – sobre todo desde el Concilio de Trento-, olvidando así la exposición de lo que tiene de más positivo la palabra de Dios, que es la llamada de Dios al hombre a vivir vital mente unido a Él". Salinger, a partir de un momento de su vida, tras la vuelta tras la guerra seguirá esas sendas.
El libro es el recorrido físico y espiritual que un “strannik” realiza en busca de la fórmula de la oración continua, el “Hesicasmo”, que el introductor nos define como “quietud, tranquilidad” y al hesicasta como “la oración hecha hombre”. Tan fácil y simple como ello. Una plegaria simple que se repite hasta la eternidad y cuyo único soporte espiritual se halla en la “Filocalía”, literalmente amor a lo bello y que Augusto Guerra describe como “una antología, más o menos extensa, o una colección de textos ascético místicos de los escritores cristianos. Dividida por autores o temas constituye una mina de conocimientos tanto para la formación personal como para la dirección de las conciencias. Ahí se remansa la ciencia y la experiencia –sobre todo la experiencia- de muchos siglos y de muchas vidas”.
El comienzo del libro da las pistas de por donde viajará este peregrino ruso: “Por gracia de Dios soy cristiano; por mis acciones, un gran pecador, y por mi oficio, un humilde peregrino sin domicilio, perpetuamente errante. Mis bienes son una alforja sobre la espalda con un poco de pan seco y una Biblia que llevo en mi sayal, junto al pecho. Esto es todo.” Franny también recorrerá ese camino. Caminos que se juntan, que siempre vuelven y que uno anda de nuevo gustoso de su mano.
Strannik. El peregrino ruso. Editorial de espiritualidad, 12ª edición, 2005. 320 páginas.