Hace unos meses leí Ordesa, esa novela de no ficción de ManuelVilasy me pareció una obra redonda. Un homenaje a sus padres ya muertos desde la perspectiva del hijo que ahora es padre y sabe lo que significa serlo. Ahora, cuando he leídoAlegría, su nueva obra finalista del Premio Planeta del año pasado, tengo la sensación de seguir en Ordesa. En realidad, pienso que todas esas páginas podrían haberse incluido en ella. No hay apenas nada nuevo. Solo los escenarios de un escritor que viaja presentando su libro y que una y otra vez vuelve al tema principal que lo llena. Sólo que ahora los hijos, la pareja y las neuras propias vienen a sustituir en la narración el papel de los padres, pero como si uno siguiera leyendo el mismo libro que una y otra vez escribe Vilas. Nada nuevo, como si el novelista de no ficción siguiera absorto en una obra y una narración de la que no quiere desprenderse porque no considera que están agotadas.
Y esa sensación de lo ya leído, de lo ya repetido, de lo ya escrito por mucho que cambie la perspectiva y los hijos y la pareja surjan del fondo hacia el primer plano de la narración es el peor de sus defectos y de que uno a veces sienta la tentación de saltarse páginas porque sabe que es con lo que se va a encontrar. Ordesa tenía las páginas justas, a Alegría le sobran unas cuantas. Muchas, diría.
Y es irremediable pensar que tras el éxito de la primera y el Premio Planeta por medio, la condición de finalista y lo que ello supone, ha tenido mucho que ver con el intento de repetir la fórmula y de la decepción que uno ha sentido con su lectura. No es lo mismo, no es lo mismo, por mucho que lo parezca. Cada libro y cada tema tiene su medida y en Ordesa, uno tiene la impresión de que Manuel Vilas dijo todo lo que tenía que decir y Alegría no es más que un intento de seguir por un camino que ya estaba muy bien andado.
Claro que habrá lectores que encontrarán en Alegría una porción de ideas, de pensamientos, de reflexiones que la acercan más al diario íntimo y filosófico que la primera parte y que sentirán atraídos e interesados por ello. A uno, la verdad, le parece algo que si por una parte podría haber integrado en su primera obra, por otra la habría echado a perder. Quizás el lector que lee esta entrega antes que Ordesa tenga otra perspectiva y Alegría se le aparezca con la misma fuerza, verdad, buena escritura, aliento poético y capacidad de mover sentimientos a través de la evocación y del amor a los suyos, como a uno se le apareció la gran obra literaria que es la primera y le anima a su lectura. No lo sé. Todo es probarlo y yo animo a que el lector virgen haga la prueba. Creo también que merece la pena el intento a pesar de lo dicho.
Manuel Vilas. Alegría. Editorial Planeta, 2019. 354 páginas. 21,50€.