En el año 1997, José Mª Irujo, periodista de El País, tuvo acceso en el Archivo del Ministerio de Asustos Exteriores a una lista de ciento cuatro nazis reclamados a España por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial. Era un documento de once páginas en inglés, en el que se reclamaba la repatriación de ciento cuatro alemanes residentes en España acusados de trabajar para los servicios de espionaje nazi en España. Algunos de ellos, todavía vivían, otros habían vivido hasta su muerte en España y muchos otros habían conseguido emigrar a países de América como Argentina y Brasil donde habían acabado sus vidas. La investigación llevada a cabo por Irujo, le llevó a entrevistarse con alguno de ellos, como es el caso de Reinhard Spitzy, o con sus familiares, amigos y conocidos y a reconstruir sus andanzas por la España de los años cuarenta. La inmensa mayoría de ellos habían sido protegidos por las autoridades franquistas y en muchos casos la Iglesia Católica, a través de sacerdotes o priores de conventos, había contribuido a evitar su repatriación y a su fuga.
Uno de los ciento cuatro que aún vivían al finalizar el siglo era Reinhard Spitzy, agente de las SS y secretario de Joachim von Ribbentroopen, que había llegado a España en 1942 bajo la tapadera de representante de la Skoda, una empresa checa de motores, vehículos y armas incautada y controlada por la SS. Con él se entrevistaría en su casa de Maria Alm en Austria y convertirá la reconstrucción de sus labores en España en uno de los principales ejes del libro. Tras el final de la guerra,Spitzy, con la imprescindible ayuda de una serie de amigos del régimen y eclesiásticos, se escondería en Santillana del Mar en y en el Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) hasta su huida a Argentina. La peripecia de Spitzy se convierte en el paradigma de lo que ocurrió en aquellos años.
Por las páginas de La lista negra desfila todo ese conglomerado de espías o de gente de negocios que conformaron una red en toda España que se movió con absoluta libertad durante la guerra y luego vieron como el régimen y la Iglesia les protegía. Así aparecen gentes como el célebre Hans J. Lazar, jefe de prensa y propaganda en la Embajada de Alemania en España, el hombre mejor informado de España, un excelente relaciones públicas y con una influencia en los periódicos españoles conseguida por todos los medios, entre los que el dinero de los sobornos era el más importante. Los aliados lo odiaban y el embajador inglés tenía claro que manejaba a la prensa española como si de un Ministro de Propaganda se tratara.
Estos dos personajes son los mejor retratados aunque otros muchos desfilan con distintas responsabilidades y protagonismo por este entretenido y documentado relato que uno lee con gusto y horror.
José María Irujo. La lista negra: los nazis que protegieron Franco y la Iglesia. Editorial Aguilar, 2003. 264 páginas.