Shaun Bythell regenta desde el año 2001 la librería The Bookshop en Wigtown, una pequeña localidad de Escocia donde se celebra todos los años un festival dedicado a los libros y la lectura. En la era de internet, Amazon y los libros digitales intenta sobrevivir es una verdadera heroicidad. Él se lo toma con mucho trabajo, imaginación y un peculiar sentido del humor que oscila entre la ironía, el sarcasmo y sus constantes quejas de cascarrabias hacia sus empleados y sus clientes, algo que él mismo se encarga de no disimular en estos diarios escritos entre 2014 y 2016:
"Recuerdo que antes de comprar la librería, me consideraba un individuo amigable y con buena disposición. El bombardeo de preguntas cargantes, los aprietos financieros del negocio, las discusiones constantes con los empleados y la serie infinita de clientes agotadores y abonados al regateo me han reducido a esto. ¿Cambiaría algo? No.”
En su día a día le recuerda a uno a aquella actriz, Gracita Morales, que antes de comenzar la función se asomaba a la platea del teatro y exclamaba aterrorizada, cuando contemplaba la sala llena de la gente que le daba de comer cada día: "Ya están aquí esos cabrones." Algo que también amplía además de a los clientes potenciales a amigos y familiares.
"De tanto en tanto pienso que quizá, para la mayoría de la gente, las librerías encierran una función recreativa al tratarse de lugares tranquilos y silenciosos en los que escapar de los rigores agotadores y de las exigencias digitales de la vida moderna. Por eso, detesto que mis amigos y familiares se presenten alegremente sin avisar ni haber sido invitados, interrumpiendo lo que esté haciendo con escasa o nula consideración por el hecho de que se trate de mi lugar de trabajo. Si trabajara en una cooperativa o en la biblioteca, dudo que adoptaran una actitud tan despreocupada respecto a las viditas de carácter social. Y tampoco creo que hablaran tan libremente delante de absolutos desconocidos en cualquier tipo de trabajo."
Así hace suyas muchas de las observaciones que recogió George Orwell en sus Bookshop Memories escritas en 1936 cuando pasó un tiempo trabajando en una librería y que sirven apara abrir los apuntes diarios de cada mes:
"Siempre hay un buen número de casi dementes deambulando por las calles y tienden a sentirse atraídos por las librerías, y esto porque una librería es uno de los contados lugares en los que puedes quedarte mucho rato sin gastar un centavo."
De uno de esos clientes que nunca compran dice: "Antes de marcharse me ha preguntado a qué hora partía el autobús con destino a Whithorn. Cuando le he dicho que no tenía ni idea, me ha contestado:”Pues deberías saber ese tipo de cosas. Se supone que proporcionas un servicio público." Primera noticia de ello.”
Y así, entre chismes locales, compras de bibliotecas heredadas, peleas con los empleados y continuas cuentas que no cuadran, discurren los días de alguien que ha conseguido al menos conseguir, además de clientes, un puñado de lectores por todo el mundo que añadir a su establecimiento. De todas maneras siempre hay algo que le alegra el día y le da esperanzas:
"The Guardian ha publicado el articulo Librerías extrañas y maravillosas de todo el mundo, volvemos a ocupar la tercera posición. No tengo claro si estas cosas funcionan por ciclos o si, de repente, las librerías se están convirtiendo en lugares cool. Quizá se deba al hecho de que el movimiento hipster abandere la moda de que a uno lo vean acarreando vinilos y libros físicos en vez de iPoods y Kindles."
Buenos ratos de divertida lectura asegurados.
Shaun Bythell. Diario de un librero. Traducción de Antonio Lozano Sagrera. Malpaso Ediciones, 2018. 360 páginas. 23,75€.