Nuevos partidos en la región: decepción y olor a viejuno ADN
Resulta que los que venían a regenerarnos están hechos con la misma leche de todos. La metáfora del queso partido en dos mitades que contara Josep Pla a la vuelta a la España rebelde de su huida a Francia porque le buscaban en su pueblo para darle el paseo mantiene su actualidad: ¿Es que cuando un queso se parte, un trozo de él sabe a Camembert y otro a Manchego?
Iosiv Dzhugashvili “Stalin” pretendió, antes de los avances de la biotecnología y la ingeniería genética, una ingeniería de almas. La técnica resultó un poco tosca y brutal a base de ríos de sangre, porque como sostenía el camarada Koba, “la muerte de un hombre es una tragedia y la de un millón una estadística”. Al final el “homo sovieticus” resultó salir tan humano como los vicios y las pasiones que la Biblia lleva contando sobre la especie desde hace tres mil años. Quizá dentro de unas décadas, de la misma forma que J.F. Sebastian, el diseñador genético de la Tyrell Corporation de Blade Runner, implantaba recuerdos en el ADN de los replicantes, se diseñarán bebés en los que se habrán borrado todas esas taras que impiden a la Humanidad el ideal de progreso sobre la base de la “liberté, egalité y fraternité” que soñaran unos ilustrados con levita y peluca. Mientras tanto no logramos el “homo perfectus”, uno se teme que la única solución viene de las recetas que Hobbes, Locke, Montesquieu y Tocqueville y la tradición liberal propusieron sobre el control de hombres e instituciones. Cualquier otro atajo en la construcción de verdaderas sociedades humanas acaba en el mismo lugar que acabaron los grandes totalitarismos del siglo XX: opresión, despotismo y miseria.
Cualquiera que haya estudiado mínimamente la historia de Europa en el siglo XX sabe que las dos grandes catástrofes, sobre todo la segunda, se produjeron cuando las soluciones fáciles se impusieron sobre la fuerza de unas instituciones en las que los principios que las debían regir se arrinconaron, para dar paso a los que prometían la solución fácil y total a todos los problemas. Se presentaban, desde la raza o desde la clase social, como diferentes a lo que desde el “antecesor” de Atapuerca es inseparable del término “homo”.
Lo de García Molina de Podemos: “Las cosas del partido se resuelven en el partido y no en la prensa”, del mismo Molina que achacaba hace pocos días comportamientos mafiosos a sus aliados del PSOE, tiene el olor viejuno y reconcentrado del sobaco de un neanderthal en una asamblea de clan.
El que alguien creyera que un partido como Ciudadanos, conformado desde su cúpula toledana por el mayor tránsfuga que conocieran los tiempos, sería la solución a todos los males del sistema, ya ha podido comprobar con la retahíla de nombres propios, en Talavera, en Ciudad Real, Aldea del Rey, que saltan en todas las direcciones en la prensa que lo del “hombre nuevo”, desgraciadamente, hoy sólo existe en el cine de ciencia ficción.