Buenos Humos BUENOS HUMOS

Page en manos de Pablo Iglesias y su subdelegado territorial

30 mayo, 2017 00:00

Ya tiene uno explicado porque ha dejado de llamar Molina III al secretario general de Podemos en la región y diputado en sus Cortes regionales, José García Molina. Allá por mayo de 2015 cometí el mismo error de apreciación que deslumbró a los socialistas, cuando la misma noche electoral dieron por hecho que García-Page sería presidente de Castilla-La Mancha durante cuatro años. Podemos aparecía como la Izquierda Unida de toda la vida, remozada y con  coleta, pero siempre dispuesta a echar una mano a los socialistas para mantener Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos regionales  ante la amenaza de la malvada derecha. Incluso el propio PSOE nacional no tuvo ningún problema en devolver el favor, en aparente muestra de buena voluntad, en lugares tan importantes como Madrid, donde incluso rechazó la posibilidad de ejercer la alcaldía con los votos de Esperanza Aguirre. Todo parecía algo tan “deja vu” en la rueda de la vida como la transmutación de aquel diputado de IU, José Molina Martínez, Molina II, que pasó de diagnosticar el cáncer de la región personificado en el presidente a la sazón, José Bono, a convertirse en el portavoz de la metástasis.

Hace ahora tan solo dos años el propio Bono cenaba en su casa con Pablo Iglesias y allanaba el camino de Page hacia el Palacio de Fuensalida. Hoy, los compañeros del mismo comensal, pasean a Bono como invitado especial en efigie, en un “tramabús” rebautizado para la ocasión como el “bonobús”. Dos años en política pueden ser una eternidad o un minuto que pasa volando. García Molina ha quedado reducido en la férrea organización leninista a ejercer de subdelegado territorial de Pablo Iglesias como ha quedado demostrado en las dos escenificaciones de ruptura de su pacto con Page, en las que ha actuado con una fidelidad al jefe que, como ya se sabe en estos casos, siempre tiene razón.

La gran novedad de la irrupción de Podemos en la vida política española no ha sido, como al principio nos quisieron vender y alguno se creyó, el aire fresco que renovaría la vieja democracia que despreciaban. La novedad ha sido la vuelta a los principios leninistas que justifican cualquier felonía por la conquista del objetivo. Nunca en estos cuarenta años una  formación política se había  atrevido a injerirse en la vida interna de otro partido con la desvergüenza y la obscenidad manifiesta con que lo ha hecho Podemos en la vida orgánica del PSOE.

Y esa injerencia en la vida interna de otro partido ha tenido su mejor ejemplo en Castilla-La Mancha con la actuación contra Page desde el momento en que Pablo Manuel “Pablenin” le identificó como uno de los obstáculos insalvables en el PSOE para llevar a buen término su publicitada OPA hostil, a manera de oferta que los socialistas no podría rechazar. En la última semana de septiembre del año pasado dejaron claro de lo que eran capaces cuando se adelantaron al Comité Federal de la defenestración de Sánchez con la primera ruptura del pacto. El segundo golpe vino en el escenario de los Gilitos donde tumbaron los presupuestos que habían pactado y dieron buena muestra de lo que son capaces.

Page está ahora en manos de Pablo Iglesias y, como se comenta en este mismo papel digital, unas nuevas elecciones para cubrir un año y medio de final de legislatura no beneficiarían nada más que a los que entienden la política como el arte de desestabilizar la vida común de los ciudadanos y “asaltar los cielos”. Mal socio y mal negocio.