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Liderazgos de sangre y líderes humanos con la Transición al fondo

4 julio, 2017 00:00

Coinciden en el tiempo, la conmemoración en el Palacio del Congreso de los Diputados de los cuarenta años de las primeras elecciones que inauguraron nuestra democracia y la conferencia del físico y divulgador Javier Cacho sobre la figura del explorador antártico Ernest Shackleton en la Biblioteca Regional en Toledo. Cacho publicó en 2013, en la editorial Fórcola, Shackleton el indomable, una notable biografía que se añade a unos cuantos libros publicados en España en los últimos años en los que, ante todo, se resalta el tipo de liderazgo que este angloirlándes ejerció en sus expediciones y de manera especial en la que tuvo el buque Endurance como base de sus aventuras. En contra de lo que habitualmente ocurría en todas las expediciones polares, Shackleton consiguió que en ninguna de las suyas hubiera una sola baja humana. La expedición del Endurance tiene todas las cualidades de la gran épica que la especie humana construyó desde sus principios, con una sola diferencia: no costó ni una sola gota de sangre. A diferencia de lo que ocurrió en las expediciones de Admunsen o Scott, el nombre de Sackleton está ligado a la consideración de la vida humana como algo innegociable. El afán de aventuras, de conocimiento, de gloria, de fama, de honores nunca estuvo por encima de la vida del último de sus compañeros de expedición.

 No estuve en la conferencia de Javier Cacho, pero seguro que recordó el célebre anuncio que antes de la expedición del Endurance puso en el Times: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Salario bajo, frío extremo. Largos meses de completa oscuridad, peligro constante y retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito”, todo lo contrario a lo que los pretendidos grandes líderes populistas, que ponen en duda el valor de una transición realizada sin sangre, sin rencor, sin venganzas y con la palabra reconciliación por delante, prometen hoy.

Desde que Karl Marx dijo aquello de “la violencia como partera de la historia”, a lo que algunos añadían por si hubiera alguna duda, lo de “la sangre como el combustible de su motor", no han sido pocos los que han echado leña a la caldera a costa de millones de vidas humanas: Hitler, Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot… son el tipo de liderazgo que ha alimentado “el motor de la historia”, justo lo contrario del tipo de liderazgo que representa Shackleton o que representaron, en nuestra ejemplar Transición, estudiada como modelo de convivencia en todo el mundo, Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo… o el denostado Rodolfo Martín Villa y tantos otros que tenían muy presente que en España se había derramado demasiada sangre durante dos siglos de guerras civiles.

A  todos esos que con buena fe creen a los que ahora denostan la Transición y prometen la luna sin sacrificios, y derechos sin deberes, les recomiendo que estudien la figura de Shackleton y los valores que en La brújula de Shackleton Jesús Alcoba González resume en ocho: Objetivos claros y definidos y perseguirlos por todos los medios; capacidad de superar situaciones adversas o resiliencia; conciencia clara del aquí y ahora; autocontrol; perseverancia; energía; mentalidad optimista y conexión e interdependencia con los miembros del equipo.

Como se ve, unos valores muy alejados de la demagogia populista que hoy se lleva y que uno de los compañeros de expedición resumía comparando su liderazgo con el de otros líderes carismáticos: “Para conductor científico, denme ustedes a Scott; para viajar veloz y eficientemente, Admunsen, pero cuando uno se encuentra en una situación desesperada, cuando parece que no hay salvación, conviene arrodillarse y pedir a Dios que le envíe a Shackleton”.   

¡Menos mal que en España en el 77 hubo unos cuantos Shackleton!