La mamandurria sindical, el fli, el fla y la pastelería de Pedro Solbes
Y… vuelta la burra al trigo, que dicen en mi pueblo, que es Aldeanueva de Barbarroya, y no Navamorcuende, de donde soy vecino y a mucha honra. Ya se sabe que por mucho socialismo del siglo XXI que quieran inventarse hay unas lindes de las que la burra no sale y siempre tira hacia el prado de la subvención, la deuda y la creación de puestos de trabajo a base de inventar el ascensorista o el sereno.
Lo decía uno de esos fígaros a la antigua usanza del gremio de la barbería que te ofrecían lectura o conversación y que cuando el cliente elegía parla le soltaba de corrido todas las verdades de Pero Grullo pasadas por una tertulia televisiva: “-Cuando no hay un duro y vienen mal dadas la gente vota las recetas de la derecha, pero en cuanto suena la música de la feria, elige un socialista para irse de cañas y olvidar penas”. Y en esas estamos. Vuelve el socialsindicalismo de la subvención a fondo perdido, y cómo será la cosa que otro sindicato, eso sí de funcionarios, ha hablado de “subvención inmoral” y de “descrédito” para quien recibe las dádivas, que no son otros que los que a sí mismo se califican de “sindicatos de clase”.
Y es que a uno no le extraña que un sindicato de funcionarios se eche las manos a la cabeza cuando ve como la “empresa”, crece y crece sin parar, mientras la producción sigue siendo la misma, cuando no inferior. Cualquiera sabe que engordar la nómina de empleados sin parar no es precisamente la mejor manera de arreglar los problemas, aunque, incluso el propio CSIF que ahora se lamenta de las subvenciones a sindicatos vinculadas al Plan Extraordinario por el Empleo, otorgadas a UGT y CC.OO, haya defendido hace bien poco tiempo la ampliación del empleo público como la fórmula ideal de acabar con el paro. Inevitable, pues, que tras las alegrías de Page y sus mariachis sindicales, con el fli por delante del que silba y mira para otro lado, venga el tío Montoro con el FLA y la rebaja.
Y lo increíble es que tras las lecciones prácticas dictadas por una crisis de una profundidad no conocida por estos pagos, vuelvan las viejas fórmulas del gasto de todos y de nadie, la mamandurria sindical y el “Natalio, colócanos a tós” de los tiempos del cuplé.
El ilustrado Esquilache lo decía de otra forma: “El pueblo es como los niños, llora cuando se le pretende lavar la cara”. En 2008, cuando se negaba una crisis que venía al menos de un año antes, un tal Manuel Pizarro que ofrecía un tratamiento médico de caballo a base de dolorosas inyecciones para la curación del enfermo, aprendió la lección ante el doctor Pedro Solbes, recetando pasteles gratis para todos.