José Julián Gregorio, la pistola de Tejero y el 155
Uno, y lo digo sin ninguna ironía, hay momentos en los que no puede dejar de reconocer lo duro que es ser político con dedicación completa. La política es una actividad que casi siempre acaba por comerse a la persona que se entrega a ella. Es una mantis religiosa que siempre finaliza la coyunda machacando en sus mandíbulas a su confiado “partenaire”. José Julián Gregorio, un profesor de Historia metido a la faena de delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, es un claro ejemplo de ello. Cualquiera que le conozca mínimamente firmaría lo que digo.
En el ejercicio de su carrera como profesor, José Julián ha pasado por la mayoría de esas cargas, más que cargos, que en los institutos acaban, también casi siempre, porque siempre hay notables excepciones, con el enfrentamiento de por vida con algún compañero. Difícil salir sin heridas de una Jefatura de Estudios de la que depende la disciplina y los horarios de los alumnos y de los propios compañeros.
Pues bien, José Julián Gregorio pertenece al escogido grupo de aquellos profesores que, después de pasar por un cargo directivo en un instituto, deja amigos a izquierda, derecha y al centro. Pero amigo, la política es otra cosa. No hay compasión ni tregua, ni dentro ni fuera. O comes o te comen. Y para ello no hace falta sólo buena voluntad y razones. Cualquier palabra, cualquier frase, puede amargarte el día en forma de sapo dentro de la taza del desayuno. En esto de la política una frase brillante o una metáfora se convierte en un culatazo en la cara del tirador. Las metáforas, como las armas de fuego, las carga el diablo y José Julián lo comprueba cuando Nacho Hernando le sacaba la pistola de Tejero a relucir, o la panda de palmeros de Puigdemont, con Pablo Iglesias a la cabeza, le acusa de haber desvelado el plan oculto del “bando monarquizante” para aplicar el 155, de Extremadura al País Vasco, como versión franquista de aquella fracasada LOAPA.
Y es que a José Julián sus amigos se hartan de decirle que se olvide de la gomina por las mañanas y recupere su talante de profesor y jefe de estudios sin enemigos que tantos éxitos le dieron en su anterior vida. Él, a izquierda y derecha, les replica que esto es otra cosa; un no parar, un no vivir, un mirar continuamente a la espalda… y además convencido de que en ciertos momentos, aunque las metáforas se vuelvan lanzas, es necesario pisar el acelerador verbal.
Por lo pronto Enric Juliana le ha dedicado una homilía laica en La Vanguardia y ha colocado a otro talaverano al lado del jugador del Barcelona José Arnáiz en el candelero de la actualidad catalana y nacional. No todo son penas en Talavera.