Museos que ocultan colecciones. Paradojas del mostrar y ocultar
Hace cosa de una semana Alfonso Ussía desvelaba una conversación mantenida con Matías Díaz Padrón, quien fue durante años conservador jefe de pintura flamenca del Museo del Prado y, como es lógico, uno de los grandes especialistas en ella por la calidad y la cantidad de las obras con las que convivió diariamente durante toda su vida profesional. Su crítica fundamental se dirigía a la controvertida ampliación del Prado, a la que achacaba haber destrozado el entorno de un barrio que debería haberse conservado tal cual estaba antes de la intervención de Moneo, además de no haber cumplido con el objetivo fundamental que cualquier ampliación debe cumplir. Don Matías se preguntaba por una paradoja que parece ha producido la consabida ampliación y que le inquieta a uno: ¿Cómo vamos a hablar de la ampliación del Prado si ha servido tan sólo para que ciento cincuenta obras hayan sido descolgadas y descendidas a los sótanos?
Y es que vistas las cosas desde esa perspectiva, el bueno de Díaz Padrón no deja de tener razón al colocarnos ante el resultado final de una pretendida ampliación que acaba llenando almacenes y vaciando las paredes por donde los visitantes discurren normalmente. Y ya sabe uno que los museólogos alegarán a este argumento que un museo no sólo debe servir para exponer todas sus obras, sino para mantener unos fondos que le permitan rotar sus colecciones, atender a préstamos externos, y en definitiva completar desde las labores de “sótano” el concepto de lo que debe ser un museo integral moderno, más allá de lo que permanentemente muestra en sus salas.
Y puestos a hablar de museos y de colecciones que se muestran y lugares y obras que se ocultan al visitante, don Alfonso Ussía desvelaba también otra conversación con el que fuera teniente general y jefe de Estado Mayor de la Defensa don Fulgencio Coll que coincidiera en su cargo con la ministra de Defensa, la fallecida Carmen Chacón, y que le dijo sobre el Museo del Ejercito ubicado en el Alcázar de Toledo: “Tenemos prohibido abrir al público el despacho del general Moscardó y la cripta del Alcázar”.
Uno, ayer mismo, llamó al Museo del Ejército y le comunicaron que actualmente los visitantes acceden a esos dos espacios con toda normalidad dentro del recorrido visitable en el Alcázar, si bien para el acceso a la cripta donde están enterrados los defensores se necesita un permiso que con toda normalidad se da a quien lo solicita. Lo contrario, con Cospedal al frente del Ministerio de Defensa, habría sido de difícil explicación o una paradoja como la de esa publicitada ampliación que acabó reduciendo las obras expuestas que Díaz Padrón denunciaba.