Puede parecer paradójico, pero estoy convencido de que el pacto de investidura suscrito por PP, Cs y Vox, ha tranquilizado a Page y su entorno. Quizás en Ferraz y en La Moncloa no suceda lo mismo, pero ya se sabe que desde la célebre jornada de la defenestración de Sánchez casi nada de lo que conviene en una casa socialista viene bien en la otra.
Alguien dirá que si Albert Rivera ha sido capaz de pactar con el PP y aceptar a regañadientes los votos contaminados de derechismo ultra de Vox, con la misma razón repetiría un pacto de este tipo en Castilla-La Mancha, donde ha desaparecido la antipática figura que para él siempre fue María Dolores de Cospedal. Pero cuando se juega al centrismo y a la equidistancia, más allá del bien y del mal, nunca se puede estar seguro de por donde vendrán los pactos; una característica del centrismo que deja de funcionar cuando el votante siente que al final su voto sirve para todo lo contrario de lo que él pensaba. No se olvide tampoco que las operaciones centristas han fracasado en España incluso, cuando el inventor del centro que fue Suárez se empeñó en aquella versión centrista del CDS que le hacía decir: “No me queráis tanto y votadme mas”. Pero ese, el de la fidelidad del voto al que hoy pacta con unos y mañana con otros es otro tema.
Hoy, partiendo de las proyecciones de voto que se suponen, estoy seguro de que puestos en el dilema de elegir entre Emiliano García-Page y Francisco Núñez, los de Rivera no tendrían ninguna duda. En Castilla-La Mancha sería imposible una repetición de un pacto, aunque sólo fuera de investidura al estilo del andaluz. Ya se ha visto como Cs se sentía contaminado por Vox y como además los de Abascal han introducido unos temas de alto riesgo en el debate político, con los que unos y otros no se sienten cómodos ni quieren saber nada de ellos. Andalucía aparecerá en la estrategia global de Cs como una excepción necesaria por los treinta y seis años de gobiernos socialistas y el grado de podredumbre del régimen. Susana Díaz ha pagado por los Chaves y los Griñán, pero Cs la ha sostenido sin ningún complejo durante tres años y pico sin que el hedor les hiciera volver la cara. Si la irrupción imprevista de Vox no hubiera descolocado el mapa político andaluz, Susana Díaz sería de nuevo presidenta con la abstención de los de Rivera.
Y además, aparte de esa necesidad permanente que Cs ha tenido de marcar su territorio con el PP, está la necesidad de compensar con la parte “moderada” y no sanchista del PSOE lo de Andalucía. Albert Rivera no lo ha ocultado, ni Emiliano García-Page ha dejado de cortejar a los que sabe sus futuros aliados. Lo de Andalucía será bueno para el PP de Casado y de Moreno Bonilla, pero me temo que no tan bueno para el de Paco Núñez.