Juan Alfonso Ruiz Molina, consejero de Hacienda y de Administraciones Públicas de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha dicho lo que casi todos piensan en el PSOE, fuera del núcleo de Sánchez, a propósito de los Presupuestos Generales del Estado: “Pedro Sánchez premia a las autonomías ricas en detrimento de las pobres… los PGE tienen que basarse en criterios de convergencia de las comunidades y territorios y ser un elemento de cohesión…”. Un discurso que mantienen los consejeros de Guillermo Fernández Vara en Extremadura, Javier Lambán en Aragón y que a con toda seguridad hubiera mantenido Susana Díaz sino hubiera sido por ese pequeño detalle por el que ha pasado del Palacio de San Telmo a encabezar la oposición.
Claro, que a continuación y a pesar de todos los pesares y de echarle en cara el método de reparto a Sánchez basado en esa regla de tres directa que nos enseñaban en la escuela, según la cual a más renta per cápita mayores inversiones del Estado, Ruiz Molina resaltaba ese “gasto social que ocupaba el 56 por ciento del gasto total no financiero, porque ya se sabe que en el PSOE de Sánchez todos amagan e intentan desmarcarse de la estrategia del jefe, pero todos acaban por pasar por el aro.
Y es que Page, Lambán, Fernández Vara y todos los que se consideran perjudicados por las concesiones de Pedro Sánchez a unos aliados, que a día de hoy son imprescindibles para mantenerse en La Moncloa, lo tienen muy fácil: simplemente, den la orden a la mayoría de diputados y senadores que controlan de sus regiones que voten en contra de esos presupuestos. Tan fácil como ejercer la soberanía que cada uno de ellos representa como elegido en un territorio y fiel a los intereses de los electores. Claro, que alguien dirá que esto no es el Reino Unido, donde hace muy pocos días hemos visto cómo los propios compañeros diputados enmendaban la plana a Theresa May. Aunque también tendrán que reconocer que el método es más democrático, más ético y más estético que aquella defenestración de Sánchez en Ferraz en aquel fatídico uno de octubre de triste recuerdo y bochorno generalizado dentro y fuera de esa máquina de poder que es el PSOE.
Cualquiera que se haya asomado mínimamente a las cuentas del doctor Sánchez se da cuenta de que simplemente son un método de seducción para llevarse al huerto a los que desde el principio de su mandato son sus aliados imprescindibles. Todos los barones, de Page a Fernández Vara, pagarán el precio de su silencio y su complicidad. Tienen ahora la oportunidad de dejar claro que de verdad hacen lo que dicen y predican. Lo demás es hipocresía y jesuitismo.