Ayer Abascal y Vox marcaron músculo y paquete en un acto en Toledo y a uno le da la impresión de que desde el Palacio de Fuensalida la cosa se vio, si no  con simpatía, si con una de esas sonrisas que delatan al presunto adversario. Nacho Hernando, el portavoz del gobierno regional, no lo disimulaba el otro día cuando contaba el caso del alcalde de Polán y el de los dos concejales de Alcazar de San Juan y predecía un alud de cargos del PP saltando a la trinchera de Vox.

El caso de Alberto Virseda, alcalde de Polán elegido por el PP, transfugado a Ciudadanos, y ahora con toda probabilidad candidato por Vox, sería el modelo de comportamiento que Nacho Hernando anhela de los cargos del PP, y que, aunque sin duda no será el último, uno ve como algo improbable. Otra cosa es el voto o los movimientos de ese tipo de militante al que desde hace tiempo se le han cerrado las expectativas de futuro dentro del partido y busca colocarse en la posición que cree corresponde a sus méritos. Si uno no está mal informado, el alcalde de Polán hace tiempo que se puso en rebeldía respecto a la dirección del PP y lo de los concejales de Alcázar está por ver qué es lo que de verdad significa. Pero el joven portacoz, sabe que rema en una dirección predecible y, sobre todo, muy positiva para su partido. Ha lanzado el que será con toda seguridad uno de los mensajes centrales que su partido utilizara en la próxima campaña: ¡Qué viene Vox! ¡Que viene el dóberman!

Claro, que después de Andalucía y en plena era del postbipartidismo, lo que valía tan solo hace un par de legislaturas, hoy hasta el CIS del ínclito Tezanos tiene que admitir que es un modelo superado. No siempre una alianza suma votos, y no siempre la atomización del voto de un sector del electorado perjudica o favorece al ganador. Vox, fue decisivo en Andalucía y permitió que con el peor resultado obtenido, un partido conquiste lo que no había conseguido siendo el ganador. Y mucho menos si los cálculos se proyectan con una ley electoral como la actualmente vigente en la región. Eso sí, Nacho Hernando y el PSOE como un solo hombre están en lo que tienen que estar y no dejarán pasar una en cuanto empiecen a aparecer las listas del partido de Abascal y se revisen los historiales políticos de los candidatos.

Unas listas, que serán, como en todos los partidos, desde que la democracia es democracia, motivo de regocijo para unos y de frustración par otros. Que en todas partes cuecen habas, y si no que se lo digan al amigo y compañero de columna Ricardo Chamorro, que ha desatado en algún sector de Vox, esa pasión tan española que es la envidia, por simplemente decir lo que piensa.