Estaba cantado que antes de mayo se produciría la escenificación de la ruptura del pacto PSOE-Podemos que le ha permitido gobernar a García-Page durante cuatro años. A ninguno de los dos cónyuges le convenía llegar a la cita electoral del brazo del otro. La bofetada de García-Page, diez minutos después de que los dos consejeros de Podemos anunciaran la aprobación de la Ley de Garantía de Ingresos y de Garantías Ciudadanas, en el mismísimo Palacio de Fuensalida, ha sido de las que marcan época. La excusa ha sido la incapacidad de García Molina para controlar el voto del incontrolable compañero “anticapi” David Llorente, pero hay pocos que se traguen ese argumento. Si de verdad el presidente Page creyera en esa ley y hubiera tenido la voluntad política de aprobarla, al menos hubiera escenificado su presentación en las Cortes. Luego, si David Llorente, hubiera dado una de sus espantadas, cosa que uno duda con una ley con la que siempre se ha identificado la fracción de Podemos a la que pertenece, habría tenido otro argumento en contra de sus queridos aliados. Pero no. Ha preferido ser él, en boca de su portavoz quien comenzará a marcar el ritmo del desamor con letra y música del dúo Pimpinela. De paso se ha dado el gusto de pasar la factura de aquella fiesta sorpresa de los presupuestos de 2017, que le regaló su querido aliado.
Y Molina III ¿qué? Pues nada. Le ha cogido el gusto al sillón de vicepresidente y de ahí no le sacan ni con agua caliente. Apurará la nómina de abril y luego en mayo pedirá el finiquito y reclamará todas las mamandurrias que se deriven de su paso por el gobierno de Page. Ahora las apuestas están en el número de asesores y burócratas de su entorno que en la próxima legislatura ocuparán un cargo en una Consejería si García-Page vuelve a gobernar. Pero él aspira a algo más alrededor de la corte del líder carismático. Se ha mirado al espejo y se ha visto irresistible y merecedor de más altos vuelos.
Pero por lo pronto, los dos consejeros han sido humillados y ninguneados con la frialdad con la que se administra la buena venganza. García-Page ha elegido el momento y el motivo que más daño podía hacer a sus aliados. La decisión de Page, renunciando a la ley estrella de Podemos, ha demostrado que la creación de la pomposa Consejería del Plan de Garantía Ciudadana de Inmaculada Herranz, solo tenía el objetivo de llenar otro pesebre donde los presuntos regeneradores de la vida política gozaran del pasto del presupuesto y garantizaran sin sobresaltos la presidencia de Page.
Uno agradecería sinceramente a Molina y compañía que, en esta comedia de final más que sabido, nos ahorren los reproches, los aspavientos y los ataques de dignidad, por aquello del sonrojo ajeno.